Nicolás Genicio Berbel

Alcalá de Guadaíra
Sevilla
Montero Gómez, Félix J.

Manuel Calderón de los Ríos se acuerda de él: dice que era el presidente de la sección de campesinos de la CNT, y un buen hombre. Se llamaba Nicolás Genicio Berbel y había nacido en el pueblo zamorano de Samir de los Caños, el 8 de julio de 1899. Estaba casado con la alcalareña Adela Leiro Martínez, prima de la mujer de Antonio Álvarez de Alba, Jaro, y tuvo seis hijos: Manuela, nacida en mayo de 1925; José, en noviembre de 1926 y muerto a los 14 años; Rosario, nacida en octubre de 1928; Francisca, en julio de 1930; María, en noviembre de 1932, y Nicolás, en diciembre de 1936 y muerto el 3 de junio de 1937. Vivía en la calle Doctor Roquero, número 4, en una casa que era propiedad de un hombre al que apodaban Malralea; aunque antes había vivido también en la Cañada, número 10, una casa de vecinos de 660 m2, propiedad de Carmen Bono Díaz-Pescuezo, y en la que residían unas 114 personas. En esta casa, conocida como la casa del Pozo, nació su hija Manuela.

Manuela Genicio Leiro me dice que su padre se vino de Zamora y se puso a trabajar en una huerta que tenía su abuelo materno cerca de Sevilla. Allí conoció a Adela, su madre. En Alcalá, Nicolás trabajó con Curro el Alcalareño, llevándole la cuenta de los materiales, en la construcción de la plaza de toros del arroyo Cagancho (Duquesa de Talavera); y en 1931 se trasladó, con la familia, a Vejer de la Frontera para trabajar, con un rulo, en el arreglo de las carreteras. Al año siguiente regresaron a Alcalá y Nicolás encontró trabajo en una finca de la Vega que era propiedad de Curro Ojeda.

Entonces fue cuando se apuntó a la CNT. A cuya sede, que estaba al lado de su casa, Manuela iba con su padre; y de aquellas visitas al sindicato recuerda una sala con muchos libros y el silencio que se hacía entre la gente cuando Nicolás hablaba en el gran patio central, al aire libre, que había en el local.

Como Nicolás Genicio trabajaba en el campo y no venía a Alcalá a diario, la familia se enteró de su detención porque un día, de agosto de 1936, se presentó en la casa de la calle Doctor Roquero un hijo de Luis Carrera Teba, el carcelero, y le dijo a Adela Leiro que fuera a llevarle a su marido la comida y una manta.

Manuela no recuerda los días que estuvo su padre en la cárcel de Alcalá, pero cree que fueron pocos. Y nunca llegó a verlo. Pues, aunque acompañó varias veces a su madre a la cárcel con la comida para el preso, siempre eran el carcelero o Jacinta Roca de la Cruz, su mujer, los que la recogían y se la entregaban.

El 23 de agosto, Manuela y su madre fueron a llevarle el desayuno, y se encontraron con que ese día la mujer del carcelero les dijo que Nicolás ya no estaba allí. Y, además, les entregó la manta que le habían hecho llegar algunos días antes. Una vecina de la cárcel, Rosario Rivero Pérez, la madre de Currito el Canastero, que vivía en la calle José Lafita, número 5, le comentó esa mañana a Adela Leiro que la noche anterior habían sacado a unos nueve o diez hombres de la cárcel y los habían conducido hasta un camión, subido en el cual iba, como vigilante de los detenidos, el Cuatrobotes, un falangista cojo que después fue guarda de paseos.

Manuela Genicio Leiro cree que a su padre lo mataron, con aquellos hombres, la noche del 22 de agosto de 1936 en la Venta de los Nueve Hermanos, en la carretera de Mairena del Alcor. Por supuesto, ni el Ayuntamiento de Alcalá, ni la guardia civil, ni los falangistas, ni los requetés, ni los cívicos le comunicaron nada a la familia. Ni nadie de la familia vio su cadáver. La única certeza que ésta tuvo, y tiene Manuela, es que Nicolás Genicio estuvo detenido en la cárcel de Alcalá en agosto de 1936 y que, después de una saca de presos, desapareció para siempre. Precisamente así figura este hombre en el padrón de habitantes de 1940: como desaparecido.

Adela Leiro Martínez, cuando enviudó, tenía 36 años. Aproximadamente unos nueve meses después perdió a su hijo Nicolás y unos tres años más tarde, a José, el único hijo varón que le quedaba.

De su marido también le quedó una bicicleta, con la que éste solía ir a su trabajo en el campo; la guardaba en el dormitorio colgada de dos alcayatas en la pared, y de allí se la llevó un día el dueño de una tienda de comestibles y ferretería que había al comienzo de la calle la Mina. El hombre llegó, vestido de falangista, a ver qué encontraba en la casa de valor para poderse cobrar lo que aquella familia le debía por la comida que le había vendido al fiado.

Y se llevó la bicicleta.

Fuentes

  • AMAG: Libros 257, 258 y 259.
  • Testimonios de Manuel Calderón de los Ríos y Manuela Genicio Leiro.
  • Javier Jiménez Rodríguez: «Crecimiento demográfico y expansión urbana en Alcalá de Guadaíra (1870-1956)», en Actas de las V Jornadas de Historia de Alcalá de Guadaíra.
  • Fotografías cedidas por Manuela Genicio Leiro.