Represión franquista bajo palio

Dos imagineros, Ortega Bru y Perea Sánchez, autores de tallas que salen en pasos de vírgenes, y también de cristos, sufrieron una dura represión tras el golpe de Estado de 1936.

Foto: Antonio Perea

Las tallas que en Semana Santa salen en los pasos –bajo palio solo las vírgenes– a las calles de Sevilla y de tantas ciudades y pueblos de Andalucía cuentan múltiples historias. Una de ellas es la de la represión franquista que sufrieron los escultores e imagineros Luis Ortega Bru y Antonio Perea Sánchez. Ortega es autor, entre otras muchas obras, además del Cristo del Perdón en Cádiz y del misterio de Santa Marta en Sevilla, de 36 figuras marianas y 36 arcángeles de madera de naranjo, incorporadas en el paso de la virgen de la hispalense hermandad de San Gonzalo. Perea lo es de la Virgen de los Dolores y del cristo despojado de la hermandad homónima, inspirado en el rostro de un anónimo condenado a muerte que compartió celda con él en la prisión de La Ranilla.

Carmen Bru Casado, la madre de Ortega Bru fue fusilada el 5 de agosto de 1936 y su padre, el 22 de diciembre de 1939, ya terminada la guerra. “El padre, Ángel Ortega López, era alfarero, de la CNT, masón. Cuando cae San Roque, ambos, padre e hijo, pasan a zona gubernamental”, republicana, afirma a Público el historiador José Luis Gutiérrez. La madre no va con ellos: “A ella la detienen, se queda con los hermanos más pequeños y se la llevan, debía ser una persona importante de la zona”. Es asesinada “en un paraje de Facinas (Cádiz) junto a Antonia Martín, mujer del alcalde de Tarifa, Amador Mora”, afirma Gutiérrez.

Aunque la familia hizo intentos de hallar su cuerpo, jamás se ha encontrado. Los restos del padre se cree que han sido exhumados del cementerio de Cádiz, donde fue inhumado tras ser fusilado. La fosa común sur “se está interviniendo actualmente y en unas semanas terminarán los trabajos. Un buen número de restos de represaliados han aparecido”, afirma Gutiérrez.

Ortega Bru pasó por tres campos de concentración antes de ser enviado a la cárcel en el Puerto de Santa María

Ellos –padre e hijo– regresan a Cádiz al fin de la guerra. El escultor pasó por tres campos de concentración (la Aurora en Málaga, luego a Ronda y luego a Rota), después ejecutó trabajos forzados en el batallón 211, donde trabajó en los pinares camino del rey y en el puente de Almendral, cerca de Algeciras. Y fue finalmente encarcelado después de un consejo de guerra –que se le hizo en San Roque en abril de 1940– en el Puerto de Santa Maria (Cádiz). Estaba, entre otras cosas, acusado de haber participado en un intento de toma de San Roque tras el golpe de Estado. Aunque, según Gutiérrez, es muy difícil saber a ciencia cierta la veracidad de las acusaciones en este tipo de juicios.

“En noviembre del 40 está allí. Recibe la libertad condicional en diciembre de 1940. Al salir, le abren causa por responsabilidades políticas, en el año 41, con una finalidad expropiadora, económica”, afirma Gutiérrez. “Se pierde la hacienda de la familia”, se lee en todoslosnombres. ¿Qué era peor, cárcel o batallón? “En todos lados se moría. Cuando más cerca estés de tu gente, siempre te pueden llevar algo”, analiza Gutiérrez.

“Se buscó la vida –afirma Gutiérrez– como decenas del miles de familiares, de hijos de víctimas que tuvieron que adaptarse a vivir en el mundo donde ellos eran los vencidos. Cada uno sobrevivió donde pudo y cada uno con sus traumas ¿A costa de qué sobrevivió? Eso nunca se sabrá. ¿Cuando hizo el cristo del Perdón estaba haciendo un guiño? Cuando hacía las esculturas, ¿eran una especie de terapia? Solamente lo sabrían ellos, muchas veces ni la familia”.

En la semblanza que la Real Academia de la Historia le tiene dedicada, se recoge: “Su actividad se explica dentro del contexto de fomento de la religiosidad popular llevada a cabo por el régimen franquista, convirtiéndose las cofradías en su principal mecenas a partir de este momento. En este sentido, su principal obra de estos años es el misterio del Traslado al Sepulcro de la cofradía hispalense de Santa Marta, por el cual recibió la Encomienda de Alfonso X el Sabio en 1953”. “San Gonzalo y Santa Marta con imágenes de Ortega Bru. Este país es esperpéntico y de humor negro por principio“, añade, con un punto de sorna.

Perea, nacido en Sevilla en 1911, también pasó por un campo de concentración, el de Los Merinales, en Dos Hermanas, Sevilla, según recoge todoslosnombres.org. “Desde pequeño se observaba en él una clara vocación artística, pero debido a la condición humilde de su familia, tuvo que empezar muy joven a buscar trabajo, ingresando a los 16 años en la Fábrica de Artillería donde durante cuatro años estuvo cursando estudios teórico-prácticos para el desempeño de diversos oficios de la institución, dándosele de alta a su término como obrero delineante. Unos años después ganó por oposición una plaza de electricista de segunda y luego otra de delineante de segunda“, recoge la microbiografía de Carlos José Romero Mensaque.

Perea acabó en la cárcel, donde elaboró las tallas de la Virgen y del Cristo Despojado, por auxiliar a sus amigos, que defendía el barrio de los golpistas, según recoge Romero Mensaque: “El barrio de San Marcos –en el centro de Sevilla– fue uno de los focos principales de resistencia a Queipo de Llano. Entre aquellas personas que se parapetaban en las diversas barricadas que se construyeron había amigos y conocidos de Perea. Antonio les llevaba allí alimentos y víveres. La represión fue [después] fortísima. En este ambiente, la simpatía o amistad con personas de marcada tendencia izquierdista, conllevaba un riesgo evidente de ajusticiamiento sin excesivas formalidades jurídicas. Hubo quien lo denunció a las autoridades y fue encarcelado, a pesar de que no se le conocía afiliación política concreta”.

Antonio Perea acabó en la cárcel por auxiliar a sus amigos que defendían el barrio de los golpistas

“Tuvo suerte –prosigue Romero Mensaque– de no ser condenado a muerte como a otros que fueron detenidos con él y en 8 de marzo de 1938 fue juzgado y condenado por un Consejo de Guerra a la pena de 14 años, 8 meses y un día. El tenor decía así: […] No parece que antes del Movimiento fuera de los extremistas peligrosos, pero una vez establecido el mismo, auxilió a los revoltosos de las barricadas que se levantaron en el barrio en que vivía, llevándoles agua y permaneciendo rato con ellos, aunque no consta que usara armas de fuego ni que compartiera con los revolucionarios su espíritu combativo […]”.

Una vez en la cárcel de La Ranilla, donde los golpistas enviaron a los presos republicanos, acudió, según Romero Mensaque, “a visitarle su amigo José Laborde González que por entonces estaba organizando con otros jóvenes y vecinos del barrio, la Hermandad de Jesús Despojado. […] Gracias a las gestiones de Laborde, que era oficial del ejército y miembro de Falange, se le permitió a Perea realizar esta obra en la cárcel, habilitándose un local al efecto. […] Él afirmaba que le sirvió como modelo para el Cristo un compañero de prisión condenado a muerte”.

Después de la cárcel y del campo de concentración de Los Merinales, Perea “sale en libertad a mediados de los años 40 y consigue una colocación en Hispano Aviación y, posteriormente, en la ISA (Industrias Subsidiarias de Aviación) […] aunque, una vez más, sus antecedentes penales le cerraron nuevas puertas”.

“Ya en los años 60 se dedica casi exclusivamente a la realización artística, pero, ante sus escasas influencias y la necesidad de mantener a su familia llevó a efecto encargos particulares en el campo de la pintura, estatuaria monumental e interesantes bustos en bronce”, recoge todoslosnombres.org. Perea murió en abril de 1998.

https://www.publico.es/politica/represion-franquista-palio-semana-santa.html