Loja (Granada). Tras la pista de los ‘maquis’

Los arqueólogos Cyntia Moreno y Javier Carreño y su equipo estudian uno de los muchos campamentos que los guerrilleros antifranquistas instalaron en la Sierra de Loja

NOELIA JIMÉNEZ GARCÍA / Loja/19 octubre 2019 /ideal.es

Llegar a Cerro Formazo, en la Sierra de Loja, es de todo menos fácil. Lo escondido de esta dolina y lo abrupto del suelo de piedras y oquedades hace difícil transitar por la zona y mucho menos localizar algo que pueda dar pista de que allí se vivió una etapa de la historia de España tan dura como la posguerra. Quizá por eso aún muchos no sepan qué son ese conjunto de piedras amontonadas que preside algo parecido a una zona de acampada, aunque completamente rudimentaria, usando los recursos que la Sierra lojeña da. «Lo ven como un mojón de piedras. Incluso hay gente que ahora se da cuenta de que eso que había visto es un campamento de maquis», explica Cyntia Moreno, que encabeza el estudio de este lugar. Y es que el factor geológico, al estar en dolinas, ha contribuido a protegerlos tanto como la simplicidad de las mismas estructuras.

Precisamente para eso, para dar a conocer y poner en valor esos espacios donde se reunían, organizaban y protegían los guerrilleros antifranquistas, los ‘maquis’, están allí estos días un equipo de arqueólogos encabezados por Moreno y Javier Carreño, de ‘Estudios Históricos del Frente Sur’, que coordinan el proyecto arqueológico de ‘Cerro Formazo’ con la colaboración de una decena de jóvenes arqueólogos. «Se ha escrito mucho sobre la Agrupación Guerrillera de Granada y Málaga pero no se ha hecho un estudio arqueológico nunca», asegura Moreno, que eligió este campamento para su estudio -subvencionado por el programa de Memoria Histórica de la Junta- porque no es de los más gravemente afectados por las vegetación. «Además, a la hora de ponerlo en valor era de los de accesos más fáciles», indica Cyntia, que nos ha acompañado por un camino que, aunque más «sencillo» que otros, da idea de porqué las dolinas de la Sierra lojeña albergaron estos campamentos por decenas. Eran extraordinarios lugares para que los movimientos guerrilleros de resistencia mantuvieran sus posiciones ante una posible ‘intervención’ internacional para acabar con el franquismo.

Tras hacer un primer vuelo con dron, para tener datos previos a la limpieza, se están desbrozando las estructuras del campamento y empiezan a aflorar elementos no visibles antes, como la entrada de acceso a las tiendas de campaña y posibles compartimentaciones en el interior de las propios habitáculos donde dormían. «Tendremos que rascar en las tiendas para saber si había solería. En el hogar, en la cocina, lo más interesante es encontrar restos de animales o de materia que nos confirme cómo cocinaban», comenta Moreno, mientras el equipo que colabora en el estudio toma fotografías arqueológicas de restos materiales como latas, que se reutilizaban como cazo, o cerámicas de botijos, que se usaban para el agua. «Y que también era frecuente encontrar en las hendiduras de las paredes de la dolina, que hacían las veces de ‘frigoríficos’ o alacenas de los guerrilleros», señalan los investigadores, que llevan varios días trabajando en la zona, muy cerca de un grupo de aerogeneradores.

Una hondonada estratégica

Son meticulosos y escudriñan el terreno. Con los objetos encontrados, se toma el punto de referencia en GPS y, una vez recogidos para estudiarlos, se señaliza la zona en diferentes colores para que, cuando vuelva a volar el dron, se tengan situados y referenciados en el espacio general ocupado por el campamento. «Eso permite estudiar la dispersión del material; también se están haciendo estudios de visibilidad», relata Cyntia. Además de la dureza del material con que fueron hechos, piedras calizas, fue la orografía de las dolinas, grandes hondonadas estratégicas, en altura, lo que hacía estos espacios casi inapreciables para los que estaban fuera pero con gran visibilidad hacia el exterior para los guerrilleros que en ellos moraban.

El estudio pretende documentar y dar a conocer cómo funcionaban estos campamentos de ‘maquis’. Uno como el de Cerro Formazo, por los testimonios orales de ‘maquis’ como el salareño Antonio García, ha acogido hasta 70 personas en algunas ocasiones, teniendo en cuenta que eran sitios de paso para organizarse. En el centro estaba el hogar, que servía para cocinar y dar calor a las tiendas de campaña que se situaban alrededor. El tamaño y el número de tiendas variaba dependiendo de la orografía de la dolina y del número de personas que iba a albergar.

Respecto a los restos que pueden hallarse, las posibilidades son diversas. «Ellos tenían un sistema de comunicación mediante botellas con contraseñas. No sabemos si encontraremos algunas pero sí es posible que encontremos munición. Si prospectas en zonas donde ha habido encuentros con la Guardia Civil… aunque aquí en el campamento no sé si encontraremos», afirman. En cualquier caso, los materiales usados en Loja han sido determinantes para que los campamentos de ‘maquis’ se conserven tan bien en estas calizas dolinas del karst de la Sierra. Hay pocos sitios en España donde estos lugares se hayan mantenido tan bien pese al paso del tiempo.

De cara a la difusión del estudio, el equipo quiere hacer una presentación de los resultados este mismo viernes 20 de septiembre, en principio en Salar. Se hará una exposición de los materiales, comparándolos con otros parecidos a los hallados en trincheras de la Guerra Civil. Los resultados se mostrarán también temporalmente en la UGR. «Además, en octubre asistiremos a unas jornadas de la Guerrilla en Cuenca y a las jornadas de ‘Jóvenes Investigadores’ de Pontevedra», adelantan los arqueólogos. Ellos siguen las muchas pistas que aún quedan del paso de los ‘maquis’ por la Sierra lojeña, donde hubo numerosos asentamientos desde 1948 a 1952 de vecinos que huían de la represión.

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