Román Gallego Fernández

Talavera la Vieja
Cáceres
Vialás Gallego, María Paz

Román Gallego Fernández nació el 28 de febrero de 1907 en Talavera la Vieja (Cáceres). La sublevación franquista se produjo cuando esperaba su tercer hijo. El 27 de agosto de 1936 decidió huir de su pueblo, la localidad cacereña de Talavera la Vieja. En esos días, era ya conocida la sanguinaria represión que las tropas fascistas ejercían en las poblaciones que iban ocupando. Su hijo Paco, que tenía 7 años, siempre recordó esa funesta jornada. Aprovechando el bullicio de las fiestas de San Agustín, toda la familia salió de Talaverilla: su padre, su madre, Simplicia, que estaba embarazada de seis meses y su hermana, Margarita, que apenas había cumplido su cuarto año de vida. Llegaron a un olivar en el que Román había quedado con otros cinco paisanos que también eran leales a la democracia republicana. Paco veía llorar a su madre y a su padre muy nervioso; él se encargó de buscar una cabra para ordeñarla y así conseguir leche para su hermana pequeña. Tras cumplir su misión, el niño cayó rendido de sueño; cuando despertó, su padre ya no estaba. Nunca volvería a verle.

Para Román, la Guerra de España fue el primer paso en un viaje que terminaría, dramáticamente, entre las alambradas del campo de concentración nazi de Gusen. Desconocemos el trayecto que realizó en el exilio francés. Lo más probable es que cruzara la frontera en febrero de 1939 con el resto del ejército republicano y fuera confinado en alguno de los campos de concentración habilitado por las autoridades galas. Allí se alistó en una segunda guerra, esta vez contra Hitler. En las filas de alguna de las compañías de trabajadores españoles del ejército francés fue capturado, en junio de 1940, por las tropas alemanas.

Su primer destino como prisionero de guerra fue el Stalag III-A, situado cerca de la ciudad alemana de Luckenwalde. Sus guardianes le asignaron el número 49.888. Román se encontraba en este campo con centenares de soldados franceses y algunos españoles, como el toledano Pedro Gallego. Como prisioneros de guerra no estaban mal tratados, pero las conversaciones entre el régimen franquista y Berlín provocaron un trágico cambio en el destino de todos estos españoles. Román y el resto de prisioneros de Luckenwalde fueron trasladados al Stalag XII-D de Trier como paso previo a su deportación a Mauthausen.

El 22 de enero de 1941 fueron subidos a un tren de ganado rumbo al campo de concentración ubicado en la Austria anexionada por el Reich. A su llegada, tres días después, Román recibió el número de prisionero 3864, un triángulo azul con una ‘S’ en el medio y su pijama rayado. En el listado que redactaron los SS aparece registrado como “landwirt”, es decir, agricultor. El talaverino “celebró” su 34º cumpleaños un mes después de su llegada. Para ese momento, con casi toda seguridad, ya debía estar trabajando en la cantera. En los archivos no se conserva su ficha de prisionero, por lo que no podemos saberlo con certeza, pero en esa época casi todos los recién llegados pasaban por ese extenuante lugar y tenían que subir su temida escalera cargados con piedras de granito de hasta 50 kilos de peso. De hecho, en abril, solo dos meses y medio después de atravesar las puertas de Mauthausen, Román fue seleccionado para ser enviado a Gusen.

La mayoría de los internos que acababan en este subcampo, situado a 5 kilómetros de Mauthausen, habían sido trasladados allí por estar enfermos o débiles y no estar en condiciones de trabajar. En definitiva, los prisioneros iban a Gusen para morir y, por ello, el lugar sería conocido muy pronto como El Matadero de Mauthausen. Román fue una más de sus cerca de 4000 víctimas mortales españolas. A las dos y veinte de la madrugada del 31 de octubre de 1942 su nombre fue anotado en el “Libro de los Muertos” de Gusen. La causa oficial de su fallecimiento fue una colitis purulenta. Nunca sabremos el motivo real de su muerte, ya que los nazis siempre camuflaban sus asesinatos bajo la apariencia de muertes naturales.

En Talavera la Vieja, Simplicia, Paco y Margarita seguían esperando su regreso, con la esperanza de que pudiera abrazar a su nueva hija, Filogonia, que nació el 17 de noviembre de 1936. Fue una vana ilusión. Román descansaba en paz a 2500 kilómetros de distancia, después de vivir el horror de dos guerras y de sobrevivir durante 21 meses en una de las peores fábricas de exterminio creadas por el III Reich.