Miguel Pérez Cordón

Paterna de Rivera
Cádiz
Gutiérrez Molina, José Luis

Algar (Cádiz) 1909 – Cartagena (Murcia) 1939)

1. El hijo del “Aguardientero” (1909-1933)

La mañana del 17 de octubre de 1909 nació, en una finca del término municipal de Jerez de la Frontera llamada “El Hatillo”, un niño llamado Miguel Pérez Cordón. Primogénito del matrimonio formado por Juan Pérez Mena y Antonia Cordón Morales. Tuvo otros dos hermanos: Francisca y Andrés, el benjamín. En la vecina Algar vivieron hasta 1925, cuando se trasladaron a Casas Viejas. En la entonces anónima pedanía de Medina Sidonia (Cádiz) permanecieron hasta 1930 fecha en la que se trasladaron a Paterna y se instalaron en un cortijo cercano al pueblo, “El Cañuelo”. Juan Pérez, con otros dos socios, abrió una destilería. Para entonces Miguel tenía 21 años y ya era anarquista.

Poco se conoce sobre como este hijo de padres no comprometidos socialmente terminó por adoptar las ideas ácratas. La transformación ocurrió en Casas Viejas, al poco tiempo de llegar, cuando tenía unos dieciséis años. Un proceso en el que influyeron sus conversaciones con vecinos, mayores en edad, como José Monroy, Juan Estudillo o Antonio Cabañas Salvador, que habían mantenido la presencia de las ideas anarquistas en la aldea tras la desaparición del primer centro de la CNT abierto en el pueblo. Además de sus propias inquietudes. Sus compañeros cenetistas de Paterna le recordaban siempre leyendo, inteligente y con una cultura superior a la de los demás. Todavía viviendo en Casas Viejas, se atrevió a mandar sus primeros artículos a la prensa libertaria para polemizar con otros conocidos anarquistas. Un desparpajo que ponía de manifiesto su resuelta personalidad que le llevaría, en apenas dos años, a convertirse en uno de los militantes más conocidos de la comarca.

A los pocos días de proclamarse la Segunda República, fue uno de los firmantes de la petición al Gobierno Civil para legalizar la Asociación Campesina Cultural que se había creado en septiembre de 1930 y estaba suspendida por las autoridades monárquicas tras la insurrección de Jaca. Además, su nombre estaba dejando el ámbito local. Comenzaba a ser conocido por sus colaboraciones en periódicos libertarios como los andaluces La Voz del Campesino y Solidaridad Proletaria o el barcelonés El Luchador. Que era una estrella en ascenso en el firmamento provincial cenetista gaditano lo pusieron de manifiesto sus intervenciones en el congreso que la Federación de Trabajadores Agrícolas de la Campiña de Cádiz celebró en Jerez de la Frontera a mediados de enero de 1932. No era la primera vez que intervenía en un comicio cenetista. Unos meses antes, en octubre, había estado presente en el primero regional que la CNT andaluza había celebrado en Sevilla. Ya entonces no había sido un delegado pasivo. Fue uno de los redactores del texto de la ponencia sobre el conflictivo tema de la creación de las Federaciones Nacionales de Industria acordado en el congreso nacional celebrado en Madrid en junio de 1931. Ahora terminó por destaparse como representante del sector que se mostró disconforme con la línea moderada de los dirigentes de la Federación y del periódico La Voz del Campesino. Uno de la nueva generación de militantes que relevaban a las forjadas en los años anteriores, que se oponían de forma radical al régimen republicano e iban a protagonizar el proceso revolucionario del verano de 1936.

No parece casual que uno de los primeros actos públicos en los que Miguel intervino tuviera lugar en Casas Viejas. Fue en la primavera de 1932 y era su reencuentro con los lugares en los que había pasado su adolescencia y donde se había hecho anarquista. Los días durante los que recobró el contacto con muchos de los que protagonizarían un año después los sucesos que cambiarían sus vidas. También conoció a las muchachas que habían creado un grupo libertario femenino llamado “Amor y Armonía”. Entre ellas, las hermanas María y Catalina Silva Cruz.

Además Cordón era ya conocido por su afición literaria. Durante 1932 publicó varios folletos que aumentaron su popularidad. Uno de ellos, Amor y tragedia, aparecido a fines de año, era un arrebatado drama en la línea de los de la colección “La Novela Ideal”, que editaba la familia Urales en Barcelona. Su relación con los Montseny venía desde antes de la República. En su semanario El Luchador había publicado numerosas noticias sobre Paterna y otros artículos de opinión. Poco antes había aparecido Medina Sidonia: Segundo Arnedo. Narración y Comentarios a la Tragedia. Un relato de urgencia sobre los incidentes que en junio habían costado la vida a varios trabajadores asidonenses.

En Paterna militaba en la Asociación Cultural Campesina y en el grupo anarquista “Libre Examen”. La primera mantuvo la hegemonía anarcosindicalista en el movimiento obrero paternero. El segundo, perteneciente a la FAI gaditana, realizó las habituales actividades de edición de folletos, propaganda anarquista, formación de militantes y creación de redes de solidaridad. Como otros miles de jóvenes militantes obreros de esos años Pérez Cordón pensaba que el entusiasmo despertado en abril no podía despilfarrarse en la construcción de un régimen burgués que en poco iba a cambiar la situación de obreros y campesinos. Era preciso ir más lejos.

Desde fines de 1931 Pérez Cordón percibió la frustración que producía en el mundo obrero la política del gobierno republicano-socialista. En el verano de 1932 estaban rotos todos los lazos entre el anarcosindicalismo y los republicanos y Miguel comenzó a tener problemas de trabajo en su comarca natal. Hasta noviembre vivió en Paterna, después se instaló en Sevilla. Quizás por esos problemas para encontrar trabajo, o por su mayor implicación en la estructura orgánica cenetista o su participación en los preparativos insurreccionales que se llevaban a cabo, o por las tres circunstancias a la vez. Mientras los acontecimientos llegaban trabajó en diversas obras y participó en actos de propaganda.

Los acontecimientos se precipitaron a partir del día tres de enero de 1933. Una explosión accidental en la barcelonesa calle Mallorca puso a la policía sobre la pista de la mayoría de las armas acumuladas en esa ciudad. Fue entonces cuando el Comité de Defensa Regional de Cataluña fijó unilateralmente la tarde del domingo ocho para el comienzo de la insurrección. No era el mecanismo previsto y sólo fue seguida en algunas localidades de Cataluña, Levante y en la propia capital del Estado. En Andalucía, cuando se percibió su irregularidad, se decidió esperar. Miguel dejó Sevilla de vuelta a Paterna. Regresaba a su pueblo abandonados los planes revolucionarios. Un viaje que contó en diversos artículos publicados en el diario CNT y culminaron con el que el miércoles 18, “Por el agro andaluz. ¡¡Casas Viejas!! Continúa la represión. Rasgos”, denunció los asesinatos que se habían producido en la aldea. Era el primero que se atrevió a hacerlo. Los dos periodistas que han cargado con la fama de la denuncia de lo ocurrido, Ramón J. Sender y Eduardo de Guzmán, no lo hicieron hasta el viernes 27, el primero, y el martes 24 el segundo.

Ni Cordón ni el periódico fueron denunciados, ni el fiscal pidió que se les aplicara la ley de Defensa de la República. Siquiera por omisión, ese día, las autoridades reconocieron que los asesinatos se habían producido. Aunque continuaran negándolo en público. Pero no pudieron obviarlos mucho tiempo más. Los muertos de Casas Viejas comenzaban ya a afectar a las vidas de quienes estaban cerca de ellos. Entre ellos a la joven María Silva Cruz y a Miguel Pérez Cordón. La muchacha que había sobrevivido al asedio e incendio de la choza de su abuelo y el joven militante que se había atrevido a denunciarlos públicamente.

2. María y Miguel (1933-1936)

Pérez Cordón mantuvo durante estos meses una intensa actividad. Se dedicó a restablecer la conexión orgánica entre los sindicatos campesinos de la campiña que la represión había roto y conseguir que los presos y sus familias fueran atendidos. Las víctimas de Casas Viejas se convirtieron en su principal preocupación al crear un Comité Pro Víctimas y continuar investigando lo ocurrido. Además del CNT, periódicos como La Tierra de Madrid, El Luchador y Tierra y Libertad de Barcelona acogieron en sus páginas nuevos artículos en los que fue desgranando los sucesos y la represión que se extendió por la comarca durante las siguientes semanas. Se desplazó de un pueblo a otro y ratificó que se habían producido los asesinatos, que el pueblo se había quedado durante unos días prácticamente desierto y que familias enteras no volvían temerosas de transitar por lugares que eran testigos mudos de los crímenes.

El miércoles 25 de enero viajó a Casas Viejas para entregar una primera colecta. Su intención era identificar a las familias más necesitadas, hacer una lista de huérfanos para acogerlos en casas de vecinos de Paterna y entregar el dinero recogido. Nada pudo hacer, apenas llegó la Guardia Civil lo detuvo y llevó a la cárcel de Medina Sidonia. Miguel no recordaría la docena de días que pasó encarcelado por estos hechos, sino porque fue cuando comenzó a tener una relación más profunda con María Silva Cruz, a quien todos comenzaban ya a conocer como “La Libertaria” que también había sido detenida.

Cuando el paternero fue puesto en libertad conocía muchos detalles de lo ocurrido. Aunque su primera preocupación fue apuntalar la versión exculpatoria de María cada vez más comprometida por los sucesivos careos a los que era sometida. Cordón escribió una serie de artículos que publicó en CNT. El jueves 9 de febrero, apareció uno, “Figuras de la tragedia. María Silva “La Libertaria”, en el que criticaba la imagen que de la muchacha daba la prensa burguesa y desmentía que hubiera repartido armas, cortado las esposas a Quijada y huido de la choza incendiada. Para dar credibilidad a sus afirmaciones recurrió a denunciar la vesania de las autoridades que acusaban injustamente a la muchacha y la habían acosado sexualmente. Finalmente María, trasladada a la prisión de Cádiz, fue puesta en libertad el 21 de febrero. Durante esas tres semanas recibió en diversas ocasiones la visita de Pérez Cordón. Parece que fue en esos días cuando se enamoraron. En libertad sin cargos no tenía sentido mantener la ficción de que María no había estado en la choza. Ahora, en el artículo “Un día con La Libertaria en Medinasidonia” aparecido en el periódico El Luchador, Cordón proporcionó nuevos detalles sobre lo ocurrido nada menos que de la boca de un testigo presencial.

Miguel y María terminaron por formar pareja que durante unos meses vivió en Paterna antes de que en agosto se trasladara a Madrid para que el primero se incorporara a la redacción del diario CNT. Antes pasaron unos días en Cádiz. Se conserva una foto de María y Miguel de esos días. María viste un traje negro y medias del mismo color. Pérez Cordón un terno, con la camisa abrochada y sin corbata, y por el bolsillo superior de la americana le asoma el capuchón de su pluma. Aunque no lo parezca se trata de una “foto de bodas”. María pasa su mano izquierda por el hombro a Miguel, quien cuidadosamente se la coge. En la derecha tiene un clavel. La flor símbolo del amor. Posiblemente se la hicieron para oficializar su relación. La familia de María estaba en Cádiz. Se había trasladado, con el apoyo económico de la CNT, para huir del asfixiante ambiente de Casas Viejas. Un sostén que no duró mucho tiempo. Poco a poco las suscripciones fueron menguando hasta que la situación se hizo insostenible. Entonces Miguel envió a su familia política a Paterna, junto a la suya.

Tras el fracaso de la insurrección el anarcosindicalismo quedó debilitado y las autoridades ejercieron sobre él una continua presión. A pesar de todo los campesinos de Cádiz y los anarcosindicalistas andaluces celebraron dos congresos en los que rehicieron sus organizaciones. En ambos Miguel Pérez Cordón participó, como delegado del sindicato de Paterna, y de los dos escribió diversas crónicas en la prensa anarquista. Fueron como unas prácticas antes de su incorporación al periódico madrileño de la CNT. Cordón continuaba representando a los sectores más radicales del mundo libertario predominantes en esos momentos, tenía ya prestigio militante y sus crónicas de los sucesos de Casas Viejas le habían descubierto como un periodista eficaz y bien informado. Con la remodelación de la plantilla del diario CNT llegó su oportunidad. Antes de que eso ocurriera Cordón volvió a pisar una cárcel dos veces más. Esta vez la de Jerez con motivo de la huelga de viticultores y la conflictiva recogida de la cosecha. Después, al igual que otros muchos campesinos de Paterna, buscó trabajo por los cortijos cercanos. Uno fue “Dehesa Boyal” propiedad del torero Juan Belmonte. De la conversación que mantuvieron salió la posibilidad de que le arrendaran al sindicato unas tierras para llevar a cabo una experiencia colectivista. Cuando comenzó Cordón ya estaba en Madrid.

La remodelación del diario se hizo efectiva a fines de julio. Pérez Cordón y María llegaron a Madrid en agosto. De su estancia contamos con una fotografía fechada el viernes 6 de octubre de 1933. En ella vemos los cambios que se han producido en esos meses. María aparece con un vestido blanco y lleva el pelo suelto y rizado. Miguel viste otro terno y ahora corbata. No ha cambiado el capuchón de la pluma que asoma, como antes, del bolsillo superior de la chaqueta. También ha modificado su peinado. Tienen un aspecto más urbano. Miguel el del periodista del portavoz del principal sindicato del país. Cordón trabajó rehaciendo teletipos de agencias y los artículos que los colaboradores, más o menos espontáneos, enviaban. Además de los que él mismo escribió. En su mayoría estuvieron relacionados con cuestiones andaluzas aunque tampoco faltaron los de política internacional, cultura, actividades sindicales o teóricos. Miguel, durante estos meses, aprendió la mecánica diaria de la edición de un periódico, pulió su pluma y conoció un mundo más diverso que el que hasta entonces había vivido.

En octubre de 1933 las confederaciones de la CNT se reunieron cuando la convocatoria de elecciones era más que previsible. Repasaron a los dos años y medio de república y concluyeron que se encontraba en completa crisis. Además, la lista de agravios era larga. Se pueden resumir en el fracaso completo de la Reforma Agraria y de las leyes supuestamente sociales, la aprobación de otras represivas, destinadas a encorsetar al movimiento obrero, como las de Orden Público y de Vagos y Maleantes, y los 350 muertos en conflictos y miles de presos que abarrotaban las cárceles. Además otra cuestión se dibujaba en el horizonte: el ascenso del fascismo, tanto en Europa como en España. El auge adquirido por la CEDA se interpretó como una muestra de los límites de los gobernantes republicanos. En diciembre, tras la victoria electoral derechista, estalló una nueva insurrección.

Más allá del significado personal para María y Miguel de estos días hay otra cuestión que tuvo una especial importancia: Pérez Cordón, ¿continuaba identificado con las posiciones insurreccionales que había defendido hasta entonces? Parece que, desde antes del nuevo fracaso cenetista, sus planteamientos habían comenzado a cambiar. Algo parecido a lo que le ocurriría un año después a otro gaditano, Vicente Ballester, también incorporado a la redacción del periódico. Cambios que se fueron acentuando durante 1934.

El sábado 12 de enero las autoridades suspendieron indefinidamente al CNT. De momento Miguel y María permanecieron en Madrid. El diario no se editaba pero la redacción continuó trabajando. Cambiaron de local y durante algún tiempo se pensó que podía reaparecer. Aunque cuando lo hizo, ocho meses después, Cordón no era ya redactor. La causa radicó en la defensa que hizo de un artículo escrito por González Mallada, de su apoyo a la huelga general conjunta CNT-UGT declarada en la ciudad y sus nuevas posiciones. Así que en julio o agosto de 1934 volvieron a Paterna y Miguel se incorporó a la explotación colectiva de Belmonte. Cuando se deshizo marcharon, durante un tiempo, a Tánger y después volvieron a Paterna. Se volvieron a reunir con sus familias y pronto supieron que esperaban un hijo, pero el contexto no era el más propicio, ni el económico, ni el social, ni el político.

Ahora su posición había cambiado. Al igual que otros tantos militantes, los fracasos insurreccionales de 1933 le hicieron recapacitar sobre la, hasta entonces inamovible, convicción de que el anarcosindicalismo era por sí solo capaz de llevar adelante un proceso revolucionario. Veía la necesidad de atraerse a los sectores del mundo socialista que había, en un proceso inverso, comenzado a abandonar su colaboracionismo con los republicanos. Durante el otoño de 1934 Cordón escribió un folleto que tituló “Problemas internos de la CNT” que el periódico La Tierra insertó, en forma de artículos entre el sábado 19 de enero y el viernes 8 de febrero de 1935. Unos textos que provocaron reacciones favorables y adversas de mayor o menor virulencia.

La polémica duró hasta el marzo. Después, el silencio. Cordón escribió algunos artículos más en La Tierra. Durante estos meses fue apartado de la CNT. No lo encontramos ni en la directiva de la Asociación de Paterna, ni entre los firmantes de las peticiones de solicitudes de reuniones o actos públicos ante el Ayuntamiento y el Gobierno Civil. En el Pleno Nacional de Regionales celebrado a finales de enero de 1936 en Madrid la delegación andaluza informó de una discusión que había tenido con la Federación Local de Cádiz. Las actas no recogen cuál fue el motivo pero sí que, al negarse a rectificar, había sido expulsado. Pero Cordón seguía manteniendo su prestigio nacional como militante y buen escritor. En junio de 1935, el primer número de la revista ¡Campo Libre!, editada en Madrid, incluyó un artículo suyo. Aunque marginado en la organización, no abandonaba su militancia. Así sería hasta pocas semanas antes del golpe de estado del verano de 1936 que iba a cambiar su vida, como la de millones de españoles. Durante 1935 nació su hijo Sidonio. Niño al que, el 28 de septiembre de 1936 le fue cambiado el nombre por el de Juan, más acorde con los tiempos de nacional catolicismo que entonces se vivían en Paterna.

La CNT se reorganizó en Paterna en el otoño de 1935 aunque no pudo actuar públicamente hasta las últimas semanas del año. Cordón no participó orgánicamente en ella. Sabemos que trabajó, como peón, en las obras del cuartel de Carabineros, donde sufrió un accidente el 9 de diciembre. Pero no se mantuvo al margen de los acontecimientos. En cualquier caso poco tardó en reincorporarse a la CNT y recuperar el papel central que había tenido en el obrerismo de la localidad desde 1931. Sus propuestas de alianza con la UGT y de aprovechar los resquicios del régimen republicano, que pasaba por la salida del gobierno de radicales y cedistas, se fueron abriendo paso. La CNT, a finales de enero de 1936, se adoptó una posición ambigua ante las próximas elecciones. No aconsejaba votar pero dejaba en libertad a las regionales para que cada una hiciera lo que creyera más conveniente. Una decisión que supuso que, en muchas localidades, los cenetistas acudieran en masa a votar mientras que en otras continuaran sin hacerlo. En Paterna los obreros adoptaron la primera postura. Algo en ello tuvo que tener que ver la personalidad de Pérez Cordón. Como también que los obreros de la localidad secundaran unánimemente la convocatoria de huelga de la UGT de marzo, a pesar de la inexistencia de sociedad ugetista o de agrupación socialista.

En abril la Asociación Campesina Cultural celebró una asamblea en la que el principal punto del orden del día fue el que se denominaba “asunto Cordón”. De ella salió la decisión de despejar cualquier duda que se pudiera tener sobre su pertenencia a la CNT. Cordón retomó su militancia inmediatamente. El 22 de mayo estuvo entre los miembros de la comisión que visitó al gobernador civil para exponerle los problemas de la localidad. Durante estas semanas Pérez Cordón debió de participar activamente en las actividades de la CNT y en los preparativos del viaje a Zaragoza para participar en el congreso que iba a celebrar la CNT a partir del primero de mayo. Un congreso en el que vio como muchas de sus propuestas de años antes, que tantos sinsabores le habían causado, no sólo se iban a discutir sino que serían aprobadas.

3. Golpe de estado, revolución y guerra (1936-1939)

Las noticias de la sublevación en África se conocieron la misma noche del 17 de julio en Paterna. Una asamblea cenetista decidió emplear la fuerza si era necesario y el cabildo discutió si debían entregarse armas al pueblo. Al caer la tarde del sábado 18 se celebró una reunión en el edificio municipal a la que asistieron el alcalde, la mayoría de los concejales y algunos de los más destacados obreristas del pueblo, entre ellos Pérez Cordón. La reunión se prolongó hasta la llegada de Medina del teniente de Carabineros José Reig de Deu con la orden del gobernador militar de Cádiz de hacerse cargo del poder municipal. Se encontró con el pueblo en la calle. De hecho, hasta la noche del 23 en Paterna se vivió una especie de “doble poder”. Los golpistas tenían ocupado el ayuntamiento pero no controlaban la situación y eran vigilados por grupos de trabajadores que no perdían de vista al edificio, los cuarteles de la Guardia Civil y de Carabineros y la central telefónica. Una situación que terminó cuando los habitantes decidieron pasar a la acción e intentaron asaltar el cuartel de la Guardia Civil y la central de teléfonos. Desde Medina se presentó un grupo de guardias civiles, falangistas y civiles que, con la ayuda de las fuerzas de seguridad local y algunos vecinos, ocuparon el pueblo. En su transcurso se produjeron catorce muertos y algunos heridos y la práctica totalidad de la población masculina huyó al campo.

Comenzaba a vivirse en Paterna el programa de desinfección social previsto por los golpistas. Nadie podía pensar hasta donde llegaría, ni siquiera en las peores pesadillas. Cuando las tropas entraron en Paterna, Cordón se refugió en su casa de la calle de la Zarza. Allí, con María y Sidonio, esperó acontecimientos. Debieron ser unos momentos tensos y de preguntas dolorosas. ¿Debía irse solo o con María y su hijo? Fue una decisión que pesó en su ánimo durante los meses siguientes No creyó que fueran a perseguir ni a María ni a su familia. Sabía que tenía familiares partidarios de los sublevados que podían protegerla. Aunque tuvo dudas y les escribió diciéndoles que quizás debieran todos partir, como habían hecho otras familias, hacia Jimena o Algatocín. La decisión le dejó una huella que no se borró con el paso del tiempo. Federica Montseny recuerda que cuando se encontró con Cordón en Andalucía en 1937 estaba deshecho moralmente por la muerte de su compañera.

De momento, esa calurosa noche el verano de 1936 Miguel y María apenas pudieron decidir qué documentos comprometedores destruir u ocultar y acordar encontrarse en la “Viña Caña”, en el rancho Morales donde vivían ahora sus padres. Miguel saltó el muro trasero de la casa momentos antes de que resonaran los golpes de sus perseguidores en la puerta. Se dirigió al Cañuelo y, después, tras la última despedida, hacia la sierra, camino de la Sauceda de Cortes buscando el refugio de su frondosidad. Unos cuarenta kilómetros que se convirtieron en un vía crucis para los cientos de personas que tomaron caminos, senderos, trochas y campo a través tratando de salvar la vida y huir de la pesadilla que dejaban atrás. Cordón llegó a los alrededores de Ubrique el día 26 y siguió camino hasta Ronda en donde se había establecido el puesto de mando de la resistencia de la comarca.

Durante los primeros días Cordón recorrió el frente, participó en la organización de la asistencia a los refugiados y dando mítines para animar a la resistencia. Después comenzó a trabajar en el diario UHP que publicaron la CNT y la UGT de la comarca. El periódico lo realizaron, prácticamente, Cordón y el militante malagueño Rafael Ordóñez. Rápidamente comprendió la necesidad de organizar lo más pronto y eficazmente posible la respuesta a los sublevados. Los acontecimientos le habían dado la razón en la necesidad de la unidad obrera. No sólo para hacer la revolución, sino para, como en el momento en que se encontraban, hacer frente a un golpe de Estado. Miguel Pérez Cordón permaneció en la ciudad hasta poco antes de su ocupación cuando resultó herido en un brazo y fue evacuado a Málaga. Allí permaneció varios días antes de partir hacia Cartagena donde ingresó en el Hospital Militar para ser operado. Tras permanecer hospitalizado durante algún tiempo, Cordón sufrió los desajustes de la situación. Aunque pronto salió del ostracismo. El domingo 1 de noviembre, intervino en un mitin de la CNT en representación de la Federación Comarcal.

Se mostró favorable a la participación del anarcosindicalismo en el Gobierno de la República. Reconocía que significaba una importante rectificación ideológica, pero no eran momentos de escrúpulos sino de enfrentarse a los problemas para solucionarlos. Para vencer a los golpistas era necesaria la unidad de todos los trabajadores y de sus organizaciones. La CNT, con su entrada en el gobierno, demostraba que estaba dispuesta a todo y que esperaba lo mismo de las los demás sindicatos y partidos.

Hasta finales de diciembre de 1936 Cordón permaneció en Cartagena. Su vida giró en torno a la Federación Comarcal cenetista y la creación de la “Casa de Andalucía”, una entidad que buscaba aglutinar a los cada vez más numerosos refugiados andaluces. Pronto fue consciente de que el golpe de Estado, la lucha de columnas por ocupar poblaciones y espacios geográficos había terminado. Que entraban en una guerra en el sentido más clásico de la palabra. Con la actuación de grandes unidades y de toda la panoplia de armas disponibles, como la aviación o los tanques, y la formación de frentes. En consecuencia defendió la militarización de las unidades milicianas y pidió una colaboración leal para evitar improvisaciones y llevar, tanto en el frente como en la retaguardia, una conducta común de todas las fuerzas antifascistas. Aunque, como en otros lugares, los problemas aparecieron en Cartagena desde el primer momento y se manifestaron en una sorda lucha entre cenetistas, comunistas y autoridades.

Pérez Cordón sintió como especialmente preocupantes estos enfrentamientos. Los consideraba una manifestación de flaqueza del movimiento obrero. Algo que, unidos a la falta de formación económica y social, eran importantes obstáculos para el desarrollo de la revolución. Temía que a las dudas le siguiera la pérdida de confianza y a ésta la desmoralización y con ella la derrota. Pensaba que para vencer revolución y victoria bélica no podían disociarse. También percibió la importancia que tenía el contexto internacional. Consecuente con esta percepción del momento gestionó su incorporación al Ejército y solicitó el ingreso en la Escuela Popular de Guerra que se había creado en la localidad valenciana de Paterna para formar a los oficiales del nuevo Ejército Popular. Aprobó el examen y fue destinado a la Guardia Nacional Republicana, es decir a la Guardia Civil reconvertida tras julio de 1936. Hubiera resultado toda una paradoja que Cordón terminara en el cuerpo con el que más se había enfrentado.

Pero Miguel abandonó la Escuela de Guerra a comienzos de marzo. Lo hizo para regresar a Cartagena e incorporarse a la redacción del diario Cartagena Nueva, que había pasado a ser el órgano de la Federación Comarcal de la CNT de Cartagena. Su compromiso con el periódico sería total hasta su muerte en 1939. Realizó todas las tareas. Incluyendo las de imprenta cuando las circunstancias lo requirieron que no fueron pocas. Escribió artículos de opinión, rehizo textos de agencias y mantuvo una sección fija llamada “Vértice” en la que, en pocas líneas, trataba temas de actualidad. Cordón no fue muy conocido en Cartagena. En la CNT se le apreció y confió en él pero no terminó por integrarse nunca en la sociedad cartagenera.

No tuvo un trabajo fácil. El periódico participaba en primera línea de combate en las polémicas que dividían la retaguardia. A los pocos días de incorporarse tuvo un enfrentamiento con el socialista Bruno Alonso, el comisario político de la Flota. La noche del 31 de marzo Cordón revivió los días de la redacción madrileña del CNT, cuando tres camionetas de la Guardia de Asalto se estacionaron ante la puerta de la imprenta para evitar la posible salida de una edición del diario que había sido suspendida. Reaparecieron los espacios en blanco y las negras llagas de los tipos levantados en las líneas no autorizadas.

Durante la primavera de 1937 participó en las denuncias de diversos hechos que chocaban con los deseos de construcción de un nuevo mundo más justo e igualitario: la represión incontrolada y los abastecimientos. La represión en la zona no ocupada por los sublevados se ha querido adjudicar a elementos incontrolados fundamentalmente anarquistas. En el caso de Murcia el protagonismo de las irregularidades no correspondió a ellos. Por el contrario fueron quienes la denunciaron. El martes 13 de abril la edición del Cartagena Nueva abría a toda página con el titular, parcialmente censurado, “¡A muerte los inquisidores! Se ha descubierto en Murcia una “checa” en donde los detenidos eran bárbaramente torturados por procedimientos inquisitoriales” y una crónica de un redactor desplazado a Murcia que seguramente era Cordón. El asunto significó la ruptura total de hostilidades entre cenetistas y comunistas.

Con motivo de los sucesos de Barcelona en mayo de 1937 Cordón insistió en que no eran momentos de consignas vacías y captación de prosélitos. El pueblo español no se conformaba con la “República democrática y parlamentaria”. Ya la habían conocido durante unos años. Ahora quería la revolución y la CNT tenía un importante papel que cumplir. Una referencia directa a los cada vez más insistentes rumores sobre la sustitución de Largo Caballero que se confirmaron con el nombramiento de Juan Negrín como jefe de un Gobierno. Por primera vez en la historia de España el peso del obrerismo pasaba de los sindicatos a los partidos políticos y representaba el triunfo de las tesis de quienes pensaban que ganar la guerra pasaba por sacrificar la revolución.

Aunque en retroceso, Cordón insistió en el anarcosindicalismo había entregado a sus mejores hombres a la lucha y aceptado la militarización a base de sacrificios. Nadie podía decir que la CNT hubiera ido a lo suyo. Una actuación noble, basada en la lealtad y carente de las habilidades políticas al viejo estilo. Cordón era un militante disciplinado que había apoyado la participación gubernamental y la unidad con la UGT. Unos meses más tarde, un informe de los sindicatos locales a la sección de Defensa de la CNT levantina así lo reconocía a la vez que hacía hincapié en su libertad de opinión que le llevaba a enfrentarse a veces con sus compañeros pero siempre con franqueza.

Los nuevos tiempos no fueron vistos con optimismo por Cordón. De todas formas se esforzó por dar una imagen positiva de la situación. Si la CNT había sido expulsada del Gobierno de mala manera, no importaba, la labor de sus ministros estaba siendo enjuiciada de forma favorable por todos y no le cabía la menor duda de que volvería a ser llamada. Si había problemas de abastecimientos también era cierto que en los muelles se acumulaban la harina y la metralla. El alimento del pueblo y la muerte del enemigo. Además fue publicando artículos sobre quienes denominó “héroes anónimos”. Figuras ejemplares que contrastaban con las de “los sabios” que, en cafés, calle y puestos de trabajo, hablaban de la guerra y de las operaciones militares como auténticos especialistas sin saber de nada.

En julio de 1937 fue nombrado redactor jefe del diario. Fueron estos meses el periodo en el que las relaciones con los comunistas se tensaron de forma tal que terminaron produciéndose unos graves incidentes. Cordón tuvo una violenta polémica con el periódico La Tierra, controlado por el Partido Comunista. En sus páginas apareció un artículo en el que se ensañaba con él aludiendo a su condición de forastero que le hacía sospechoso de tener un pasado dudoso. El enfrentamiento entre anarcosindicalistas y comunistas pasaba al ataque personal.Hasta finales de año no amainaron las polémicas. Para entonces sus preocupaciones eran otras. La guerra no podía ganarse sin armas y una retaguardia desorganizada económicamente traía la desmoralización. Con los conflictos bélicos siempre venía la escasez. Por eso era importante organizar los flujos económicos. Así que no abandonó los llamamientos a la unidad CNT-UGT como garantía revolucionaria a la vez que comenzó a escribir a favor de que la FAI cumpliera el papel del partido en el mundo libertario.

El viernes 1 de octubre, el Cartagena Nueva logró que el censor no retuviera la nota que adornaba su primera página. Escrita toda en caracteres capitales informaba de que habían sido canjeados unos familiares de José Díaz, secretario del Partido Comunista, un hermano de Irujo y un pariente de Martínez Barrio por una hermana de Queipo de Llano, las hijas de los ex-marqueses de Larios y la hija y un hijo de Pérez Madrigal. Lacónicamente añadía a modo de comentario: “los familiares de los trabajadores que se mueran ¿verdad?”. Fueron detenidos el director y el censor que había permitido la publicación y el periódico suspendido indefinidamente. La CNT se quedaba sin diario y la Federación Comarcal se puso rápidamente a buscar sustituto. Lo encontró en la cabecera de El Noticiero. Durante treinta y tres días se publicó bajo la dirección de Pérez Cordón. Cuando el 15 de noviembre reapareció el Cartagena Nueva, el gaditano sería su director.

Continuaba sin mostrarse optimista. Vendrían días difíciles y la responsabilidad sería de quienes, por encima de la lucha y la tragedia, querían hacer un partido más grande y presentarse como los salvadores de España. El diario continuó con la campaña contra los abusos y especuladores y Cordón terminó en la cárcel en enero de 1938 procesado por un delito de injurias y desacato. Fue absuelto a cambio de que abandonara Cartagena. Fueron los días en los que escribió el artículo “Pasión y deber” y el poema “Vida rota”, dos recapitulaciones y punto de inflexión vital. Los últimos meses habían sido muy duros y su encarcelamiento le había mostrado con toda crueldad la situación en la que vivían. Definitivamente los tiempos habían cambiado. Ahogada la revolución ya no quedaba pasión, sino deber. Si en el mundo social dio por finiquitada la revolución en el privado dejó fluir el dolor y las dudas que le habían acompañado desde que una noche de verano, tras saltar un muro, había escapado dejando atrás a su compañera e hijo.

En marzo de 1938 se incorporó a la 28 División, una de las de mayoría de oficialidad cenetista. El 7 de abril envió su primer artículo desde el frente. Miguel Pérez Cordón se había convertido en corresponsal de guerra. Sus crónicas son un completo dibujo de todas las facetas del conflicto. Desde los combates, hasta la vida en la retaguardia, pasando por los hoy llamados “efectos colaterales” en un intento de reducir el impacto de las miserias, destrucciones y muertes que se producen en tales situaciones. Cordón estuvo por tierras turolenses, castellonenses y extremeñas. Después, en septiembre, por su estado de salud regresó a Cartagena para reincorporarse a la redacción del periódico.

No parece que, cuando regresó del frente, se sintiera con fuerzas para llevar adelante el esfuerzo que se le exigía y presentó la dimisión en varias ocasiones. La crisis de subsistencias había aumentado, las diferencias entre las organizaciones no habían desaparecido y continuaban los problemas con los comunistas y los socialistas partidarios del Gobierno Negrín. El diario siguió sufriendo el control de la censura. Las derrotas militares y los sucesivos avances de los sublevados habían afectado a la moral de la población. A mediados de noviembre de 1938 quedó abierto a los rebeldes el camino para la ocupación total de Cataluña. Una operación que comenzó durantes las navidades. La derrota se veía muy cercana.

Cordón era consciente de que la guerra estaba perdida. La firma del pacto de Munich de Francia y el Reino Unido con Hitler disipó la menor esperanza que quedara de que intervinieran en España. La propia Unión Soviética daba señales de querer liquidar “la aventura española”.Cordón reflexionó que, al final, el hombre estaba sólo consigo mismo. Había vivido ya otras derrotas y sabía la necesidad de organizarla, de no dejarse llevar hacia una desbandada. La confusión era lo peor que podía ocurrir. Luchó contra ella pero no pudo impedir que llegara. Estaba seguro de que tan estúpido era el entreguismo como la resistencia numantina. La ocupación de Barcelona supuso el principio del fin de la resistencia republicana. La salida del país del presidente de la República, de los parlamentarios y del Gobierno Negrín abrió una situación de interinidad que puso de manifiesto que los llamamientos a la resistencia eran poco más que gritos de mitin.

El problema de esas semanas fue organizar la derrota, asumir quién “cargaba con el muerto” de la entrega final. Todos sentían que estaban en una ratonera que exigía, para salir de ella, soluciones tajantes. Algunas, como la de Casado, basadas en la ceguera de pensar que se podía negociar una paz honrosa con quienes habían demostrado carecer de honor. Cartagena no escapó a esta dinámica. Era una de las piezas que todos los grupos necesitaban controlar. Estaba su valor estratégico militar y, además, en ella se encontraba la flota republicana. La última esperanza para escapar de la zona todavía libre. Pérez Cordón mantuvo sus llamamientos a la disciplina, a no perder la esperanza, a esperar, incluso, “sorpresas”. Llamadas que apenas eran oídos en un clima de descomposición. Los derechistas se atrevían a realizar pintadas por las calles, la población tenía la vista puesta en los buques de la Armada y se aceleraron los preparativos conspirativos de los partidarios de Franco y de los adversarios del Gobierno Negrín y los comunistas.

Cordón tenía que estar informado de estos movimientos y de los que se estaban produciendo en el seno de la CNT que, en su mayor parte, decidió que era preciso llegar hasta el final pero sin dejarse arrastrar por las falsas esperanzas que difundía el Gobierno Negrín. A principios de marzo las espadas estaban en alto y las posiciones tomadas. Por eso escribió que a los hombres le asaltaban las dudas y las calles estaban a merced de confidencias cobardes y voluntades degradadas. Eran los momentos más duros y, por tanto, los que necesitaban del lenguaje más claro. Su moral se había alimentado del ideal, de la razón y de los fundamentos de la legalidad. No podían flaquear, tenían que supeditar sus intereses personales a los colectivos. Si perdían la disciplina se produciría el caos. Quienes ocupaban cargos eran los primeros que tenían que sacrificarse.

Así hizo cuando Cartagena se sumió en la confusión la noche del sábado 4 de marzo. Cuando en sus calles a oscuras se cruzaban los pelotones de soldados sublevados y quienes se dirigían al arsenal con la intención de embarcar en los buques de la Armada que se suponía iban a partir de inmediato. La rueda del destino había comenzado a andar el viernes, cuando Negrín decidió una remodelación de los comandantes militares. Los nombramientos fueron considerados como una especie de golpe de Estado que ponía en manos de los comunistas al Ejército. Contactos y reuniones se sucedieron en Cartagena. El Gobierno ordenó a Galán, nombrado jefe de la Base naval, que marchara hacia la ciudad cantonal. Cuando entró ya había grupos por las calles que alternaban los vivas a Franco con gritos de ¡no queremos más guerra! No sólo estaban los mandos republicanos dispuestos a la insubordinación sino también la conspiración de los franquistas cada vez más envalentonados y con mayor apoyo. La población se refugió en sus casas desde sin ninguna intención de intervenir. Poco a poco ocuparon los principales centros militares.

Sin embargo la situación fue cambiando durante la madrugada. Buiza, una vez que conoció la orientación fascista de la sublevación, amenazó a los insurrectos con bombardear la ciudad desde los buques. A su vez los rebeldes, que contactaron con el cuartel general de Franco, amenazaron con disparar a los buques desde las baterías de Costa. Las llamadas telefónicas, las entrevistas y las negociaciones se sucedieron. Finalmente todos perdieron. No ganaron ni los golpistas partidarios de Casado ni los de Negrín, que quedaron privados del más importante instrumento de evacuación del que disponían al marchar la flota hacia el puerto tunecino de Bizerta. Tampoco ganaron mucho los franquistas, que sufrieron el inútil sacrificio de mil de sus soldados al ser hundido el barco que los transportaba. En la ciudad hubo unos 85 muertos entre acciones de guerra, fusilados y cadáveres no identificados. Uno de estos era el cuerpo de Miguel Pérez Cordón. Las circunstancias de su muerte no están del todo claras. Hay diferentes versiones que coinciden en que tuvo que ocurrir entre las 11 de la noche del 4 y las 3 de la madrugada del 5.

La más conocida es la del escritor Luis Romero por la que Cordón cogió una pistola y unos cargadores y se subió en un coche con el que pretendió salir de Cartagena. Una patrulla pro-franquista le ordenó detenerse. No obedeció, se oyó una descarga de fusilería y Cordón cayó sobre el volante muerto. Muy parecida a la de Manuel Martínez Pastor También un destacado cenetista cartagenero, Agustín García Meroño, en las memorias que escribió dice que fue detenido por la zona de “El Armajal” y al negarse dar vivas a España y a Franco le dieron muerte. Aunque la versión posiblemente más ajustada sea la que ha dado Miguel Peydro, miembro del PSOE y fundador de las Juventudes Socialistas en Lorca, su ciudad natal. Durante la guerra se trasladó a Cartagena y cuando Cordón se hizo cargo de la dirección de El Noticiero en octubre de 1937 comenzó a colaborar en sus páginas. Una amistad que pasó de ser de afinidad ideológica o profesional para convertirse en personal. Cuenta que la noche del sábado 4 estuvieron juntos hasta las once de la noche. Con ellos estaba la militante cenetista Enriqueta Soto. A esa hora se marchó y, poco después, fue detenido por los sublevados y trasladado al Parque de Artillería. Allí por la mañana vio a Enriqueta, que también había sido apresada y le relató la muerte de Cordón.

Habían permanecido en el diario hasta que, ya de madrugada, fueron detenidos. Los subieron a un camión, junto con otros antifascistas, y se dirigieron hacia el cuartel de Artillería de San Antón. En el camino intentó escapar. Llevaba escondida una pistola en el forro del gabán, la amartilló, saltó del camión y comenzó a disparar. En las cercanías había una patrulla de soldados que al oír las detonaciones se acercó. Uno de ellos disparó contra Cordón y lo mató.

Como otros tantos, su cuerpo fue trasladado al cementerio en donde quedó insepulto varios días. Peydro escribió que fue él quien se dirigió a la CNT y a las nuevas autoridades para indicarles dónde estaba. Cordón fue enterrado el siete de marzo. El Cartagena Nueva no reapareció hasta el lunes 13 de marzo. Su primera página llevaba un recuadro titulado “In memoriam. A todos los caídos” en el que recordaba la muerte de su director.

La vida de Miguel Pérez Cordón había sido corta, apenas treinta años, y brutalmente segada. Como la de María. La patética proyección del drama de su compañera menguó su figura, que quedó ahogada y desdibujada. Pocos han recordado al militante reorganizador del anarcosindicalismo en su comarca natal, al primero que se atrevió a denunciar públicamente los asesinatos de la aldea del crimen, al redactor confederal, al militante reflexivo, consecuente y crítico, al resistente al golpe de Estado, al director de periódico y, sobre todo, al hombre que emprendió con María Silva un viaje que le llevó desde la choza de Casas Viejas hasta las calles de Cartagena. Pasaron los años y aparecieron los historiadores. Los pocos que lo tuvieron en cuenta como Jerome Mintz, Jacques Maurice o Gerard Brey se fijaron en circunstancias concretas. Murió el dictador y vino la democracia. Personas como él chirriaban en el nuevo encaje de las cosas. Al olvido de la Transición sobre los libertarios también cayó el silencio, cuando no la difamación. Cordón como otras tantas decenas de miles de ácratas no tenía un lugar al sol que calentaba.

Bibliografía: José Luis Gutiérrez Molina: Casas Viejas. Del crimen a la esperanza. María Silva “Libertaria” y Miguel Pérez Cordón: Dos vidas unidas por un ideal (1933-1939). Editorial Almuzara, con la colaboración del Grupo de Trabajo RMHSA de CGT-A y Ayuntamiento de Paterna de Rivera, 2008.