Manuel Morillo Carretero

Alcalá de Guadaíra
Sevilla

Nació en Sevilla el 9 de enero de 1909. A los 27 años, siendo trabajador de Sevillana de Electricidad, es elegido concejal por el Frente Popular del Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra (Acta capitular de 11 de marzo de 1936, Archivo Municipal de Alcalá de Guadaíra). Fue miembro del comité provincial y del comité central del PCE. Su preocupación ante el problema del paro fue tal que el día de su toma de posesión quiso hacer “constar, en nombre propio, en el de los compañeros que han sido nombrados con él, y en el de la Minoría Comunista, que su misión especial al ocupar cargo en el Ayuntamiento es para colaborar con el mismo, sobre todo exigiendo el exacto cumplimiento de los extremos del Bloque Popular de las Izquierdas y en especial cuanto se refiera al paro obrero por cuya solución propugna, estando dispuesto a lograrla dentro del margen que le concedan las Leyes por lo que se interesa se nombre al efecto una comisión que estudie la solución del mismo”.

Morillo se ocupó también del problema de la financiación de los Ayuntamientos y del escaso margen de maniobra que dejaban a las instituciones los intereses del Banco de Crédito Local de España. Su interés por la educación y preparación de los jóvenes le llevó a pedir una ayuda mensual de cien pesetas para cubrir los gastos de desplazamiento a Sevilla y de material escolar de Ana Orea, una alumna que destacaba por sus notas y que vivía en extrema pobreza (acta municipal del 25 de marzo de 1936). Solicitó igualmente que se facilitaran las recetas de pobres benéficos -con específicos y no con fórmulas- a quienes hubieran necesidad de ellas, sancionando a los facultativos que se negaran a hacerlo así. Reclamó que se procediera contra el dueño de la finca Oromana por talar pinos (acta de 27 de abril), abogó por la creación de la Banda Municipal de Música (acta de 7 de mayo) y se interesó, entre otros muchos asuntos, por la mejora del alcantarillado, la diferenciación entre el alumbrado público y el privado, el abaratamiento de los alquileres y la rebaja de la jornada laboral de los barberos a ocho horas (Cfr. Actas capitulares del Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra).

La actividad municipal de Morillo acabó -como en tantos otros casos- el 17 de julio de 1936. El día 18, sábado, un grupo de falangistas fue a buscarlo a su centro de trabajo, en la calle Cuna, sede de los reparadores de contadores. Pero aquel día Morillo no se encontraba allí porque tres o cuatro meses antes había conseguido, como presidente del Sindicato de Sevillana, en una negociación en Madrid, que el personal que trabajaba en reparación de máquinas y aparatos descansara los sábados, que era día laboral para casi todos los trabajadores. En su lugar, los falangistas asesinaron al guarda, un hombre de edad avanzada que -aquejado tal vez de sordera…, o de miedo- tardó en abrirles la puerta.

Morillo estaba en su casa, en Alcalá, cuando ocurrieron estos hechos. Al enterarse de que querían matarlo, se echó al campo junto con otros siete compañeros, temerosos también de lo que pudiera suceder a partir de entonces. Pasó todo el verano escondido. A pesar de las continuas batidas, la guardia civil no consiguió encontrarlo.

Con el frío del otoño, los compañeros de fuga de Morillo optaron por alejarse de aquel lugar. Él, en cambio, prefirió buscar cobijo en la casa de su familia. Se ocultó en el doble fondo de un armario. Fueron a buscarlo en dos ocasiones, sin éxito. Amenazaron a la familia, primero, y acabaron encarcelando a dos hermanos, después. Dos años permanecieron éstos en la prisión provincial de Sevilla.

Después de aguardar escondido durante cinco años, en junio de 1941 entra en contacto con el Partido Comunista, que decide su traslado a Madrid. Escapa por poco de una redada que la policía tiende en el barrio de Vallecas y el PCE acuerda que se marche a Valencia, donde ejerce diversos oficios, como el de vendedor ambulante, para poder subsistir. Pasa después a Barcelona para reorganizar el PSUC. Allí lo detienen en 1942.

Fue encarcelado y condenado a pena de muerte por un Consejo de Guerra, pena que le fue conmutada por la intercesión de don Romualdo de la Iglesia, teniente coronel jurídico que mantenía buenas relaciones con el general Franco. Acusado de un delito contra la Seguridad Interior del Estado, pasó por las cárceles de Porlier (en Madrid), Yeserías (donde contrajo matrimonio el 19 de abril de 1943), Sevilla y Chinchilla.

Puesto en libertad provisional el 23 de abril de 1950, a los 39 años de edad, regresó a Sevilla. Al poco tiempo entró en contacto con la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), se integró en ella y acabó formando parte de la Comisión Diocesana y, como vocal de zona de Andalucía, de la Comisión Nacional.

Comienza a trabajar en la Fábrica de Contadores, empresa en la que se iban a formar dos grupos cristianos, uno de HOAC y otro de JOC (Juventud Obrera Cristiana). A causa de su permanente lucha en defensa de los intereses de los trabajadores, es despedido junto con dos militantes comunistas cuyos nombres eran Valencia y Sebastián. Con algunos hoacistas que, por los mismos motivos, estaban en paro forzoso, decide montar una cooperativa de electrónica en Triana, que duró varios años.

Cuando en 1956 Guillermo Rovirosa, impulsor y promotor de la HOAC, fue destituido como vocal de su Comisión Nacional, el cardenal Plá i Deniel intentó hacer que abandonaran la organización aquellos militantes que más destacaban por su actitud crítica ante el Régimen. En ese grupo estaba Manuel Morillo.

Manuel Morillo fue el único sevillano -y también el único obrero- presente en el acto de constitución del Frente de Liberación Popular (FLP), que tuvo lugar, en la primavera de 1958, en los locales de la Iglesia de San Antonio de la calle Bravo Murillo, cuya iniciativa corrió a cargo de algunos grupos de católicos de izquierda, dirigidos por Julio Cerón. José Ramón Recalde, que en la democracia fue consejero en los primeros gobiernos vascos y sufrió en septiembre de 2000 un atentado de ETA que a punto estuvo de costarle la vida, escribe que “hubo un goteo de veteranos que se acercaron al Felipe y que eran, en buena parte, antiguos anarquistas o comunistas, conversos al catolicismo, como fue el caso del sevillano Manuel Morillo, veteranos a quienes esa organización nueva proporcionaba una posibilidad de incorporarse a la lucha desde su nueva fe. Bien acogidos por nosotros, su aportación no terminó de consolidarse, en buena parte porque ellos exigían cierto reconocimiento de su experiencia y nosotros éramos bastante iconoclasta”.

A mediados de los sesenta Morillo deja toda responsabilidad en la HOAC. En la década siguiente, Morillo colabora de nuevo con el movimiento en los planes de formación, sobre todo en los temas relacionados con el marxismo, hasta su muerte, acaecida el 13 de julio de 1978. Poco antes de las primeras elecciones democráticas de 1977 había pedido el reingreso en el PCE. Fue, por tanto, un cristiano-comunista convencido hasta el fin de sus días.