Manuel García Espinola

Alanís
Sevilla

Alanís (Sevilla) 1891 -1936

Manuel García Espínola nació el día 18 de abril de 1891 en la calle Fuentes del municipio de Alanís, provincia de Sevilla. Era hijo de Manuel y de Amalia, de la cual cogió el apodo “Manolito el de Amalia”.

Se casó con Ascensión Muríana Alba, con la que tuvo dos hijos; Carmen y Manuel. Desde joven, estuvo de aprendiz de zapatero, profesión que desempeño posteriormente, llegando a ser maestro zapatero. Esta labor la desempeñaba, en su domicilio de la calle de la Fuentes, llegando a tener una plantilla de siete u ocho obreros, entre maestros y aprendices.

Cada maestro y aprendiz tenía su propia banquilla o banco de zapatero, equipado con todo lo necesario, para realizar, su trabajo. En los días de primavera y verano, sacaban sus banquillas a la parte trasera de la calle, bajo las parras que allí había, por donde corría un regajo denominado “regajo del cañón”. Hoy en día, muchas personas de nuestra localidad, recuerdan a “Manolito el de Amalia”, por el buen calzado que salía de su zapatería, y de cómo en muchas ocasiones cobraba en especie en vez de dinero, o se lo pagaban en varias veces; a la recogida de la aceituna, en la siega o al salir la montanera.

Fue elegido concejal del Ayuntamiento de Alanís en las elecciones del 12 de Abril de 1.931, en representación de Partido Republicano Radical, el partido de Diego Martínez Barrios, al que conocía personalmente, ya que el ama de llaves de éste era natural de esta villa, y parece ser, que al igual que el líder anteriormente citado, perteneció a la masonería, organización muy extendida por aquellas fechas por la Sierra Norte de Sevilla.

Cuando fue elegido concejal, junto con sus compañeros republicanos, iniciaron una serie de proyectos, tendentes a la mejora de la clase obrera, así como la de sus hijos e hijas. Se pueden citar entre las gestiones políticas realizadas, las de la creación de nuevas escuelas, el arreglo y el empedrado de las calles y caminos, el reparto de fincas entre los jornaleros, la cesión de uso de viviendas, de edificios públicos y otras muchas gestiones bastante populares.

Reacción popular contra el golpe y ocupación de Alanís por los sublevados

El día 17 de Julio de 1936 comenzaron a llegar noticias a Alanís de la posible sublevación de parte del ejército de África. El día 18, cuando la sublevación ya fue un hecho conocido a través de los comunicados e informaciones del Gobierno de Madrid emitidas por radio, el Alcalde de esta villa, don José García Galindo, para prevenir posibles disturbios, publica un bando ordenando la entrega de toda clase de armas en el Ayuntamiento.

Dos días después, el 20 de Julio, la Guardia Civil recibe orden de concentrarse en Cazalla de la Sierra, a donde marcha y ante esta situación, el Alcalde nombra una guardia cívica compuesta de seis personas para el mantenimiento del orden público.

El día 21, componentes de izquierda, en su mayoría gente jóvenes, se apoderan de las armas depositadas en el Ayuntamiento y actúan en su gran mayoría de manera espontánea como respuesta popular al golpe fascista militar y es cuando a partir de aquí comienzan los disturbios. Esta misma noche prenden fuego a la puerta trasera de la iglesia por la calle Barrionuevo y tirotean la casa del cura, al que quieren detener. En la madrugada el cura propone abrir la puerta y entregarse, pero con la condición de que vaya el Alcalde y otras personas responsables del Ayuntamiento. El alcalde se persona en la casa rectoral y el cura se entrega.

A partir de aquí las fuerzas progresistas de izquierdas de Alanís, reunieron y detuvieron a las personas de derecha así como al cura, el cual tenía escondidos también a bastantes falangistas en la iglesia. Posteriormente habilitaron la ermita de la Vera Cruz para protegerlos. Las personas responsables de izquierda formaron un comité cívico y hacían guardia de día y de noche en la puerta de dicha ermita para intentar restablecer la situación y su preocupación no era otra que la de salvar las vidas de las personas de derechas que habían sido detenidas. Este Comité estaba compuesto por el Alcalde, los Concejales así como miembros y simpatizantes de partidos de izquierdas. Mantenían que, aunque eran de ideas contrarias a las de ellos, eran buenas personas y no querían que les pasara nada.

Este objetivo se logra a pesar de las presiones por parte de personas de izquierdas que llegaban de los pueblos limítrofes, que ya habían sido ocupados por las fuerzas sublevadas y que, con fusiles en mano, les advertían que “tuvieran cuidado con lo que estaban haciendo con proteger a la gente de derechas, porque cuando llegaran los falangistas, derechistas y el ejercito sublevado a Alanís, ellos serían los primeros en ser fusilados.

El día 5 de Agosto de 1.936, los rebeldes intentan ocupar Cazalla y son rechazados con la ayuda decisiva del cuerpo de Carabineros de guarnición en esta población. Unos días después en una reunión en la iglesia, se acuerda poner en libertad a los presos de derecha y éstos prometen que si llega el Ejército sublevado harían todo lo posible para que en Alanís, no hubiera derramamiento de sangre. Hasta la fecha no hubo ningún derramamiento de sangre.

El día 15 de Agosto de madrugada, ocupan la villa los sublevados, con falangistas, requetés y guardia de asalto, y la guerra civil cobra la primera victima en Alanís. Juan Gómez Bernal, era de derechas y muere de forma absurda, ya que no portaba armas de ninguna clase pero salió de su domicilio dando voces y diciendo: “¡Que vienen los nuestros! ¡Que vienen los nuestros!”. Los sublevados, creyendo que el que daba las voces era de izquierdas, lo acribillaron a tiros en la calle Nueva.

La represión fascista y el asesinato de Manuel García Espínola

El día 17 de agosto por la tarde, sobre las cuatro, Alanís sufre un ataque de unas milicias de izquierdas organizadas en Guadalcanal y Azuaga, con escaso armamento y sin ningún mando. Las fuerzas de los rebeldes andaban dispersas por el pueblo y ello facilita la ocupación de éste, a excepción de la plaza defendida por cuatro o cinco falangistas situados en la torre de la iglesia. Ya anocheciendo se retiran las milicias revolucionarias y el balance de la lucha es cinco muertos; tres soldados de caballería, un falangista y un revolucionario.

A partir de aquí los sublevados y sus partidarios de derechas, inician saqueos de viviendas, detenciones, pelados de mujeres que en nada habían intervenido y que obligaban a exhibirse en la plaza pública.

Todo ello culmina el 8 de Septiembre, día de la festividad de la patrona de la villa Nuestra Señora de las Angustias. Mientras procesionaba por las calles del pueblo, en las tapias del cementerio local se procedía al fusilamiento de los primeros catorce republicanos. Personas dignas, buenas y honradas que no habían tenido otra actuación que la de evitar que hubiera derramamiento de sangre de las personas de derechas y por el sólo hecho de ser simpatizantes de los partidos de izquierdas. Se inicia la masacre y la mayoría de los habitantes de Alanís sufren una psicosis de terror, así que los sublevados y rebeldes toman el acuerdo de trasladarlos al cementerio de Cazalla en camiones, ante el terror que ocasionan estos fusilamientos, a donde llevaron varias expediciones.

Manuel García Espínola era en 1936 concejal del partido Unión Republicana y desempeñaba el puesto de primer teniente de alcalde; al igual que el alcalde José García Galindo y los concejales José Fernández Gómez, Manuel Contreras Bermejo, Manuel Guerrero Carranco, José Antúnez Romero, Manuel García Fernández, Benjamín Esquiliche Carmona, Tomás Gata Arenas y Manuel Guerrero Gajete, también el fue víctima de la represión fascista.

Según recuerda su sobrina Carmen García Arévalo, que entonces tenía 15 años, Manuel se ocultó en la casa de un familiar suyo llamado Pepe Muriana. Este familiar era de derechas y le dijo que allí podría esconderse y no le pasaría nada. Su esposa le hacia llegar regularmente un cesto con comida y ropa limpia hasta que, cuando aparentemente pasó el peligro, Manuel volvió a su casa, el nº 12 de la calle Fuentes. Finalmente fue delatado por uno de los derechistas que él protegió en la ermita de la Vera Cruz, para que no les pasara nada. Les comunicó a los militares golpistas que él era el “Teniente de Alcalde Republicano del Pueblo” y para ensañarse con él lo que hicieron en un principio fue obligarlo a hacer fundas para los fusiles y los correajes de los militares. Amigos suyos, le aconsejaron muchas veces que se fuera, que estaba en el punto de mira. Pero él contestaba: “Que sea lo que tenga que ser, pero no puedo irme sabiendo que dejo aquí abandonados a mi mujer y a mis dos hijos.” Y así fueron pasando los días hasta que el día 20 de octubre de 1936 se personó una pareja de guardias civiles (ambos casados con mujeres de este municipio) en su casa y se lo llevaron. Su madre, Amalia, preguntó llorando a gritos que adónde se lo llevaban y los guardias le contestaron que sólo iban al cuartel para hacerle unas preguntas.

María Muñoz García, otra sobrina de Manuel, recuerda cómo su madre se marcho a la casa contigua del cuartel de la Guardia Civil para ver a su hermano:

Yo corrí detrás de mi madre, pero ella me dijo que volviera a mi casa, y así lo hice; me volví llorando y muy asustada. Mi madre se metió en la casa de al lado del cuartel y vio a mi tito “Manolito” a través de un pozo que había en el patio y que era común para esa casa y el cuartel. Estuvieron un rato allí hablando y llorando y mi tito le decía a mi madre que se fuera cuanto antes de allí, pero ella no se fue. Desde lejos lo vio todo impotentemente por no poder hacer nada y rota de dolor. Vio cuando montaron a su hermano esposado en el camión para llevárselo y en ese momento fue cuando se dio cuenta de que sería la última vez que lo vería y así fue. Desde aquel día, recuerdo a mi madre siempre vestida de negro y llorando constantemente por su hermano. Jamás volvió a salir a la calle.

Después de estar varias horas en el patio del cuartel, subieron en el camión a Manuel y a varios concejales republicanos y a compañeros y simpatizantes de partidos de izquierdas. Quienes lo vieron cuando salía del pueblo en dirección a la carretera de Cazalla contaron que Manuel iba como loco llorando y roto de dolor, sabiendo que se le acercaba la muerte. El vehiculo que llevaba a Manuel y a sus compañeros era de un vecino de Cazalla de la Sierra apodado “El Perola” y que nada tenía que ver con la sublevación, simplemente era obligado por los golpistas a trasladar a la gente que les decían en los cuarteles o el Ejército sublevado. El hijo del enterrador del Cementerio de Cazalla decía que su padre le comentaba que como el camión era más ancho que las puertas del Cementerio y no entraba, los bajaban en la entrada y que desde allí hasta donde iban a fusilarlos, aproximadamente 300 metros, los falangistas y derechistas los insultaban y golpeaban. Manuel García Espínola fueron asesinados en el Cementerio de Cazalla y sus cuerpos fueron enterrados en una fosa común. La muerte de Manuel no consta en ningún registro civil.

Así recuerda María Muñoz cómo el asesinato de Manuel marcó a toda su familia:

También recuerdo cuando mi primo “Manolo” hijo de Manuel, con solo 6 años, sentado en el poyete del horno del pan, preguntaba todos los días que donde estaba su padre y que cuando iba a venir”. Mi padre le contestaba que estaba malo y que se lo habían llevado a Sevilla para curarlo. Pero mi primo al ver que pasaban los días y su padre no venía, volvía a preguntar lo mismo día tras día: “Tito Pepe ¿Cuándo va a venir mi padre?“, y él le contestaba “mañana hijo, mañana viene”. Entonces mi primo le contestaba llorando “tito eso me dices siempre y mañana ya es hoy, y mi padre no viene”.

Carmen, su otra hija, de siempre la recordamos con los nervios destrozados y hablando constantemente de lo que le hicieron a su padre, además siempre ha tenido un frío helador en el cuerpo, el cual no se le ha quitado jamás (ya sea invierno o verano). Se hace analíticas de todas clases y no se le ha diagnosticado ningún tipo de enfermedad a pesar de haber ido a muchos médicos y hacerse todo tipo de pruebas y analíticas. Ese frío se le quedo instalado en el alma, el día que se llevaron a su padre. Ella nos tiene dicho a toda la familia que el día que ella muera, que no la lleven a la iglesia, porque al igual que su padre, por sus convicciones ideológicas y anticlericales, nunca necesitó la iglesia y además lo enterraron como a un perro en una fosa común en el cementerio de Cazalla de la Sierra. Por tanto ella dice que tampoco la necesita para enterrarse y nos tiene pedido que la llevemos de su casa directamente al cementerio.

Manuel y Carmen los hijos de mi tito Manolito, no estaban bautizados, pero el día 29 de Noviembre de 1.936, un mes y 8 días después de ser fusilado su padre fueron bautizados obligatoriamente en un bautizo masivo celebrado en la plaza delante de la iglesia. A todos les añadieron nombres y le pusieron padrinos afines al régimen golpista y dictatorial.

La viuda de Manuel García de nombre Ascensión, para poder sacar a sus hijos adelante puso una pequeña tienda de comestibles, que luego con el paso del tiempo regentaría su hijo varón, de igual nombre que el padre. Ascensión fue una mujer valerosa, que se negó a firmar que su marido había desaparecido, cuando con ello podría haber librado a su hijo de hacer la mili.

Y así fue como pasé todos mis años de infancia y juventud; viviendo con la pena en mi casa, y además sufriendo en silencio, porque mi madre siempre me decía que no contara nunca nada en la calle o que me pasaría algo malo. Pero lo más doloroso de todo es que nunca, ningún día de mi vida, han dejado de resonarme en la cabeza los gritos y los llantos que salían de lo más profundo de mi madre, aquel fatídico día 20 de octubre que se llevaron a mi tito, además de no poder contener las lágrimas cada vez que hablo de todo esto.

Se calcula que las personas asesinadas en Alanís serían unas ochenta o noventa. Los asesinatos tuvieron lugar entre el 8 de septiembre y 31 de Octubre. El que podemos llamar “El verdugo de Alanís” y prácticamente el ejecutor de la masacre fue un individuo que, con el tiempo, perdió la cabeza por las escenas dramáticas y las torturas de las personas de izquierdas en las que tomó parte principalísima. De estos asesinatos son responsables aquellas personas que en los primeros meses ocuparon cargos destacados en Alanís al servicio de los rebeldes, como el primer Alcalde Antonio Reyes Chavero, el Jefe Local de Falange Española, un veterinario apodado “El Chino”, el Secretario de dicha organización y otros asesorados por personas de Alanís. Los anteriores, presentaban denuncias falsas en secreto y verbales, la mayoría por rencillas particulares e incluso familiares o por intereses no confesables. Casi todos eran personas forasteras, resentidos y de malos instintos que pronto olvidaron las promesas que hicieron al ser liberados: “Que evitarían que hubiera derramamiento de Sangre si entraban los sublevados en Alanís”.

Los asesinatos terminan totalmente al cambiar al comandante militar y llegar a este cargo el capitán de Caballería Alfonso VacMoon y Chaves. Con él terminan las represalias, pues dispuso que las denuncias, contra personas de izquierdas se presentaran por escrito y que se acreditara de forma fehacientes su veracidad. Entonces el pueblo respira y la camarilla de asesinos abandonan la villa hacia otros lugares, preferentemente Sevilla.

La represión fue cruel, dura en demasía y a todas luces desproporcionada, ya que la mayoría habían cometido en el ejército republicano, el mismo delito que los encuadrados en el ejército nacional, luchar por sus ideales. Unos por convicciones políticas, democráticas, sociales y por defenderse, otros por convicciones religiosas, ya que mataban por Dios, por la Iglesia y por la Patria -¡ni que la Patria fuera exclusiva de los golpistas y los sublevados!- y otros porque el azar así lo quiso. Fue una lucha inhumana a la que no pudo sustraerse ningún español. Antes de final de la guerra, Franco había prometido que las personas que no hubieran cometido delitos de sangre, nada tenían que temer. Pero no fue así, ya que las represalias y la crueldad con las que se trató a los vencidos, contribuyeron a que los antagonismos de los dos bandos en lucha fueran más irreconciliables.