Manuel Fernández Ávila

El Madroño
Sevilla
López López, Juan José

Inscrito en el Registro Civil de El Madroño, donde consta que era natural de Constantina (Sevilla), de 32 años. Hijo de Manuel Fernández Torres y de Rosario Ávila Bolaño, que estaba casado con Manuela Retama Carmona y con un hijo, Manuel. Que fue muerto por heridas de arma de fuego producidas por las fuerzas de la Guardia Civil, en el cortijo Los Villares, muy cerca de El Álamo, a las 8:00 horas del 24 de octubre de 1943, y enterrado en el cementerio civil de esta villa.

La noche anterior a esta la habían pasado en el barranco del Quejigo, en La Parrita. Antes habían entrado en La Gardincha, propiedad de Eleuteria Martín Martín, aunque allí solo estaba la sirvienta Silvestra Delgado García de 73 años, se llevaron tres piezas de pan, dos quesos, un jamón, un poco de aceite y sal, una navaja pequeña, y una escopeta de un cañón sin cartuchos.

Según el informe del teniente de la Guardia Civil y jefe de la sección de El Castillo de las Guardas, Antonio Florido García, fue trasladado junto con otro herido «a El Álamo, distante unos dos kilómetros, habiéndosele taponado las heridas por carecer de médicos y practicantes en la citada aldea, dando uno de ellos apenas señales de vida». La autopsia le fue practicada al día siguiente en el cementerio de El Madroño por los dos facultativos titulares de El Castillo de las Guardas, Antonio Romero y Aurelio Valencia,[1] que describen una herida de arma de fuego, «posiblemente de un Máuser», que interesó pulmones y corazón en una «trayectoria oblicua hacia abajo, atrás y a la izquierda» deduciendo de ello que la muerte fue… ¡¡accidental!!

En un pleno municipal de diciembre se acordaba solicitar a la administración de justicia que «se le reintegre a este ayuntamiento los gastos originados con motivo de la autopsia de un cadáver llevada a efecto por dos médicos de El Castillo».

Según la información que aparece en el sumario que se instruyó (Sº 1320/43, leg. 293-4732) sabemos que «fue enterrado en el cementerio civil a mano izquierda de la entrada». Incluso sabemos los efectos personales que llevaba, fotografías, tickets de la Colonia penitenciaria, sellos, quince pesetas, una cuchilla de afeitar, un cepillo de dientes, un lápiz, un peine y una carta que no tuvo ocasión de mandar. Carta que junto a su hermano dirigía por una de las caras a su madre, y por la otra a su esposa, a quien decía que cada día se acordaba más de ellos, que suponía que el niño lo mentaría mucho, que tuvieran paciencia, que se llevasen bien y, «que comáis todo lo que podáis y queno so desapartéis… tu esposo que no teorbida y verte desea» (sic).

Cumplía condena en la 1ª Agrupación de Colonias Penitenciarias Militarizadas (CPM), en el campo de concentración de La Corchuela. Se fugó el 13 de octubre de 1943 durante unos trabajos en Dos Hermanas, junto a su hermano Rafael y otras cuatro personas.

Uno de ellos, Miguel Cardoso de Jabugo, resultó herido en ambos muslos por ráfagas de fusil ametrallador y capturado en la misma acción. Aunque el defensor que le fue asignado solicitó que se le trasladara a un hospital para que le fuese extraída la bala y que se aplazase el consejo de guerra, el auditor no lo autorizó atendiendo al criterio del juez instructor, el capitán Fructuoso Delgado Hernández que argumentaba para su negativa que «el herido muestra señales de entereza tanto en su forma de expresarse como en el movimiento de brazos al tener que firmar… lo que interesa es si el citado procesado pudiera mantenerse en pie». Total, para qué molestarse en sacarle una bala del cuerpo cuando pensaban meterle otro buen puñado en el mismo. Condenado a muerte y fusilado el 15 de noviembre a las 7 de la mañana.

Esa misma mañana, otros dos de los fugados que habían sido capturados, José Arenas de Cazalla de la Sierra y Miguel López de Alhama de Granada, que habían sido procesados junto al anterior en la causa 1320/43 e igualmente condenados a muerte, eran fusilados para dar ejemplo, en la propia Colonia penitenciaria, según informaba el comandante de la misma al gobernador militar.

A las nueve horas del día de hoy han sido ejecutados en este campamento… en presencia de toda la población penal, tanto de este campamento como la Agrupación destacada en El Arenoso, que se trasladó con tal fin a la debida anticipación.[2]

Estas ejecuciones públicas, con finalidad ejemplarizante, también se llevaron a cabo en las plazas de algunos pueblos en animadas sesiones matinales aprovechando el buen tiempo, rodeándola de una macabra y vergonzosa parafernalia más propia de la edad media. Así ocurrió por ejemplo en La Rinconada (19-06-1941), Constantina (27-06-1942) o Guadalcanal (17-06-1943),[3] convenía actualizar el terror refrescando la memoria de la gente de vez en cuando.

Otro de los fugados, su hermano Rafael, sería capturado en enero de 1944. Su madre, viuda y con cinco hijos menores, escribió al juez diciéndole que, puesto que entre las imputaciones a su hijo no figuraban

acusaciones de crímenes irreparables contra personas, ni hechos que denuncien una perversidad moral… apela al corazón magnánimo de V.E. que conjuga la justicia con el perdón… suplica angustiosa que se digne conmutar el terrible castigo… merced que espera obtener de los elevados sentimientos de V.E. siempre inclinados a la generosidad y al perdón, esta madre atribulada que … tiene que horrorizarse con la idea de que pueda cumplirse la espantosa sentencia dictada contra su hijo, desgraciadamente equivocado pero bueno y susceptible de volver al camino de la rectitud y de la verdad.

Lo fusilaron el 26 de mayo. Es preciso señalar que en 1936, momento de la sublevación militar y de la comisión de los supuestos delitos que motivaban su sentencia en la CPM, Rafael tenía 14 años.

Tan solo uno de los seis evadidos, Pedro Vázquez Martín (a) el Curita, vecino de El Castillo de las Guardas, nacido el 8 de agosto de 1913, hijo de Manuel y de Corona, hermano de Rosalía y Francisco, logro salvar la vida después de increíbles peripecias,[4] pero le costaría ser uno de los últimos presos de la guerra civil pues estuvo encarcelado hasta el 28 de septiembre de 1966. Le acusaron, entre otras cosas de participar en el asalto a El Álamo y de haber disparado contra uno de los heridos durante el mismo. Otra muestra más de una vida destrozada, sin arrebatársela físicamente en este caso. Un joven de 22 años que, según una testigo, antes del golpe militar era «un modelo de hijo para sus padres… y el que mantenía su casa», y que saldría de prisión con 53 años.[5]

 


[1] Aurelio Valencia Romero había sido presidente de la primera gestora municipal de El Castillo de las Guardas nombrada por los militares rebeldes el 18 de agosto, dos días después de la ocupación de dicho pueblo, y afiliado a falange desde esa fecha.

[2] García Márquez, J. M.ª: La UGT de Sevilla. Golpe militar, resistencia y represión (1936-1950), FUDEPA, 2009, pág. 212.

[3] García Márquez, J. M.ª: Las víctimas de la represión militar en la provincia de Sevilla (1936-1963), Aconcagua Libros, 2012, pág. 178.

[4] ATMTSS, Sº 1320/43, legajo 293-4732.