Manuel España Gil

La Lantejuela
Sevilla
España Ruiz, María Carmen

(Lantejuela, 15-1-1907 / La Puebla de Cazalla, 17-9-1936)

Carta a mi abuelo

Dedicada a tod@s l@s abuel@s no identificados de la fosa de La Puebla de Cazalla (Sevilla).

Lantejuela, a 11 de enero de 2020.

            Querido abuelo:

El 10 de enero de 2020, me ha comunicado el propio viceconsejero de Cultura de la Junta de Andalucía, que tu ADN no ha dado positivo y que eres uno de los 75 cuerpos de la fosa de La Puebla de Cazalla, que no pueden identificarse.

Tenías el pelo negro y los ojos pardos y cantabas como los ángeles, por eso, te llamaban «Repite», porque siempre te pedían que repitieras tus canciones.

Eras un luchador y un valiente jornalero. Destacabas por eso. Amabas la libertad y la igualdad de tod@s y eras un «cachito de pan», con algo de genio. Aunque en tu corta vida siempre hiciste el bien por donde pasabas, te mataron por ser tan firme en tu lucha y tan fiel en tus ideas, porque —aun estando ya el Ayuntamiento y el pueblo a manos de los fascistas— no te entró miedo y defendiste públicamente en la plaza y en voz muy alta —todos te oyeron— al alcalde democrático que había sido destituido el 25 de julio de 1936, tan sólo unos días después del golpe.

Tampoco tus compañeros jornaleros de Lantejuela, los que asesinaron junto a ti —por aquel bando de guerra de Queipo—, han podido ser identificados: los hermanos Francisco y José Quirós Fuentes, Teodosio Cornejo Cadenas, Gonzalo Vicente Escalona Cádiz, el padre del Vizco y El Loreto. Abuelo, te quiero contar que además del apodo Repite que hemos heredado en la familia, ahora os llamo «los 7 magníficos de Lantejuela», como el título de la película del oeste que trata de 7 justicieros que defendieron a un pueblito de campesinos mexicanos del ladrón Calvera.

A ti, en aquella maldita madrugada del 17 de septiembre de 1936, no te dieron oportunidad de defenderte con nada, tú que defendiste todo con la palabra. Aunque al principio te dejaron ir, al instante te derribaron por la espalda cuando huías saltando por encima de los nichos, con un tiro en la pierna, para luego rematarte en el suelo. Tus heridas en el hueso, en dirección de abajo hacia arriba han delatado que aquellos restos son los tuyos, pero tu identificación no ha sido rotunda.

A pesar de que quería llevarte a Lantejuela con todos los honores bajo la bandera que amabas, a ti y a tus compañeros y a los 77 encontrados en la profunda fosa de La Puebla, tus huesos, abuelo, y los de tus compañeros de enterramiento, no han podido guardar el colágeno suficiente para sacar el ADN necesario y así poder cumplir mis sueños y los de muchas otras familias, sueños los míos que llevan férreamente activos desde 2004, cuando supe el sitio exacto donde estabas enterrado y olvidado. En casa no te olvidamos nunca, abuelo.  Ni tu hijo ni tu nieta. Vivía todavía Franco, pero después, con la democracia, era difícil encontrar una versión veraz de lo ocurrido y el silencio inundaba todo lo escondido. Siempre mantuve la ilusión y la esperanza de revivirte, porque para aquella niña de 9 años, tú nunca estuviste muerto.

A pesar de la ilusión tan grande cuando te saqué de aquella fosa en junio de 2014 y nos paseamos con tus restos por delante del nicho de orden de uno de los mayores verdugos de La Puebla, tus huesos, abuelo, no han dado positivo. No sé si es quizás por los años transcurridos, demasiados, horriblemente demasiados, o porque quizás los siete magníficos permanecisteis embarrados y envueltos en demasiada cal durante los 78 años de vuestra sepultura en aquella profunda fosa, llena de humedades. Llevábamos ya 3 fases más de intervención anteriores al hallazgo de tu cuerpo. No sé si es que quizás vertisteis demasiado ADN del vuestro en nosotros para darnos ese sentido de la lucha y del empuje y la resistencia necesarios, que ha resultado como consecuencia que vuestros huesos se han parecido o han sido como el papel mojado a la hora de analizarlos.

Me entristece enormemente, abuelo, no poder llevarte a Lantejuela para enterrar tus restos con los de tu hijo, ni a los demás tampoco, ni poder entregar a los 68 restantes a sus familias. Sólo vamos a poder entregar a dos de los 77.

Sólo me queda el consuelo de haber hecho, abuelo, todo lo que pude por encontrarte y desenterrarte de esa tierra infame, a ti y a todos los demás, cuando vi —con miedo y espanto— cuántos había. Además, 8 mujeres, abuelo, y dos neonatos. Cinco metros, abuelo. Os metieron en la fosa más profunda que se hallado en Andalucía y en España.

Lamento haber llegado tan tarde. Después de romper algunos silencios, he ido como tú hubieras ido: dando la cara, hasta donde la ciencia ahora me para.

No puedo llegar más allá. Sé que tus restos están en la caja nº 10. La particularidad de tus heridas que son las mías del alma, te delatan. Pondré una placa en tu caja con tu nombre y una esquela que diga «Asesinado por su Amor a la Libertad», para que todos sepan porqué te mataron, por muchos años que pasen. Quizás la ciencia adelante más y en unos años el resultado pueda ser otro.

Tus restos quedan en La Puebla de Cazalla. No sé si de momento o para siempre, pero pienso que es quizás porque tú así lo has querido: seguir con tus compañeros con lealtad hasta la eternidad o es quizás porque pudieras pensar que tu entierro me iba a dar trabajo.  Pienso también que quedáis todos juntos y así os homenajearemos, a todos juntos. Pensar en todo esto, hace que me conforme.

Quiero decirte abuelo que, a pesar de los disparos que presentas, a pesar de que tu cráneo está roto en pedazos, a pesar de que las pruebas de identificación no han salido como yo deseaba para ti y para todos, he aprendido de ti y de todos; de lo que significan vuestras ideas y vuestros valores. Ya no puedo olvidarme de nada, ni de lo aprendido, ni de tu fuerza, ni de nada de lo vivido en la fosa durante todos estos años.

Quiero decirte abuelo que ojalá estés orgulloso de mí, como yo lo estoy de ti. Que sepas que fue gracias a tu nombre que conocimos la existencia de 200 nombres más de personas con historias de desaparición y de muerte iguales a la tuya, que es la nuestra. Tu nombre, abuelo, ha salido en todos los medios de comunicación, nacionales y extranjeros, porque tu nieta te buscaba; eres el protagonista de un relato corto del que se ha montado una obra de teatro, y existen tres documentales que cuentan tu historia a una sociedad dormida. Ahora, ya no eres sólo una fotografía en una vitrina de un anónimo comedor. Muchos saben quién eras y cómo eras, a pesar de tu corta vida y de aquellos cinco metros de tierra bajo los que te metieron y que ya no existen.

Por mi parte, he tratado de empujar en la fosa con la ayuda de muchos, lo mismo que tú hiciste incluso muerto. Se trataba de mi deber y de mi dignidad, porque tu habías cumplido ya con el tuyo, estando tu dignidad intacta.  He tratado de luchar por todos como si lo hubieses luchado tú, como si hubiesen sido tus propias manos y no las mías, tu propia voz, tu potente voz, y no la mía.

Deseo haber cumplido con mi labor en esta victoria contra las sombras, que tú iniciaste como otros muchos y muchas en este país, para hacer una sociedad más libre y más justa, a salvo de los ladrones.

Abuelo, te quiero mucho.

Tu nieta, Mª Carmen 

“Asesinado por su Amor a la Libertad”

Puede que los ideales que albergamos, nuestros sueños más anhelados y nuestras más fervientes esperanzas no lleguen a cumplirse mientras vivimos. Pero eso no importa. Saber que en tu día cumpliste con tu deber y estuviste a la altura de las expectativas de tus congéneres es por sí misma una experiencia gratificante y un logro magnífico. Nelson Mandela.