Juan Fernández Rodríguez

Serón
Almería
Torreblanca Martínez, Juan; Rodríguez Padilla, Eusebio
Natural y vecino de Serón (Almería), vivía en la calle Quesadas y era hijo de Antonio Fernández Cano y Remedios Rodríguez. Estaba casado con Ángeles Serrano Serrano y tenía dos hijos: Remedios y Francisco. Fue Secretario comarcal de CNT. Formó parte del Comité Revolucionario de Serón, del que fue presidente y más tarde juez municipal. Como tal juez aparece señalado en la Causa General y, por la copia de una nómina salarial, parece ser que dependía de Puchena. Fue imputado de ser el inductor y responsable de los asesinatos cometidos en Serón y de organizar expediciones para realizar detenciones a otros pueblos.

En 1938 fue denunciado por el alcalde y secretario del Sindicato Minero y secretario comarcal de UGT, Juan Fernández Pozo, de haber cometido delitos de sangre, especialmente involucrado en la muerte del presidente del Comité Revolucionario de Tíjola, José Avellaneda. Conducido a Almería, se dictaminó que debería ser juzgado por la justicia ordinaria, por lo que fue trasladado a la cárcel del distrito de Puchena, y después a la cárcel del Ingenio (Almería) donde se encontraba detenido al finalizar la guerra. El informe que sobre él realiza el alcalde de Serón el 10 de enero de 1942 al Juzgado Militar Eventual de Purchena, lo definía de peligrosísimo y que «todos los anatemas que contra el mismo se puedan decir son pocos para los que se merece por su actitud criminal y perversa, demostrada en todos sus actos en esta localidad. El pueblo quedó tranquilo cuando en el mes de Junio fue detenido». Este mismo informe indica que fue «uno de los componentes del Comité, habiendo dado su conformidad a que se cometiesen los asesinatos de los vecinos de esta villa José Anaya Cabello, Manuel Vázquez Usabiaga, ordeno los asesinatos de Antonio Martínez López, párroco de esta villa, Miguel Pozo Mirallas, Nicolás Fernández Pérez y la conformidad de Pedro Ruzafa Carrión, las incautaciones y requisos cometidos en esta, como las denuncias de detenciones de personas de orden».

Lo curioso de este informe es que lo acusa de conformar y de ordenar los asesinatos, pero no especifica que fuese el autor material. Según el testimonio de su hija Remedios, pudo huir al terminar la guerra al abrir las puertas de la prisión para que saliesen los presos de derechas, pero prefirió quedarse y solucionar sus problemas con la justicia, pues según sus palabras decía que «quien lo habían puesto en esta situación deberían solucionarlo». Juan Fernández Rodríguez mantuvo correspondencia desde la cárcel  con  su mujer y su madre, en la que se detecta la ansiedad por buscar los avales de ciertas personas, especialmente de los sacerdotes de Serón y del exalcalde Antonio Cano Martínez.

Recibió y contó no solo con estos avales sino con el de las principales personalidades de derechas del pueblo de Tíjola. En una de esas cartas, con fecha 29 de abril de 1943, le indica a su esposa: «… conviene que, con toda rapidez, veáis a don Luis, el cura, para que me haga un aval como el de antes, pues el que me hizo antes se me perdió. También don Manuel Portales y don José Montoro y don Alejo el cura y todos los que podáis y que vengan sellados con el sello del Ayuntamiento. Que don Paco el de don Lucio me haga lo que me tiene prometido, ya que es ahora el momento; en caso contrario, estos se saldrán con la suya. La comida no interesa ahora, lo interesante es que salve la vida. También veas a don Antonio Cano, que muy pronto será el Consejo».

En la cárcel recibió no solo el mal trato que los carceleros reservaban a los presos rojos, sino que con frecuencia recibía la visita de ciertos falangistas de Serón, que se regocijaban y vanagloriaban de estas excursiones de terror. Su hija Remedios comenta cómo en una de las pocas visitas que pudo hacer a su padre a la prisión con motivo de la fiesta de la Merced, su padre le encargó que tuviera cuidado y que ocultase bien, que solo podía entregarlo a su madre una vez salido de la prisión, el mensaje contenido en un papel de fumar; en ese mensaje decía: «en el día de ayer ha venido el N. L. y me ha amarrado las manos y me ha golpeado brutalmente». 

Era una de las sádicas torturas a las que eran sometidos los presos. Estos falangistas, «camisas vejas», se jactaban públicamente de sus hazañas, hasta incluso delante de su madre, para hacer más dolorosa sus ansias de venganza. Su hija comenta cómo en una ocasión, con la persuasión y la fuerza de una madre, le espetó a un juez en Almería «Por qué le querían matar a su hijo». La respuesta del juez fue como la de tantos jueces en España: «Mire usted, nosotros no condenamos a su hijo, lo condena el pueblo de Serón».

Fue juzgado por la jurisdicción militar y condenado a la pena de muerte por delito de adhesión a la rebelión en sentencia de 21 de junio de 1943. Fue cumplida la sentencia el 25 de abril de 1944. La vida de su familia, al igual que la de varias del pueblo, se convirtió en un infierno. «Éramos como apestados», nos dice su hijo Francisco: «solo dos o tres familias del pueblo nos dirigían la palabra y no nos negaban el pan». Por mediación de la mujer de José Antonio  Pérez Torreblanca, fue internado en el colegio de San Pablo, dependiente del Ministerio de Justicia y destinado a ayudar a los hijos de los «rojos». Estuvo en Andújar, en Úbeda, en Murcia. «Me hicieron olvidar a mi padre y me llamaban Francisco Serrano, sin pronunciar el apellido de mi padre, que era Fernández».

Fuentes: Archivo Histórico Provincial de Almería: Legajo 3.848 · JUTOTER nº 23. Legajo 430 y Su 30.024/39 · entrevistas.

Otros miembros de la familia «Manchego»:

Antonio Fernández Rodríguez, con 14 años murió como consecuencia de un golpe de fusil de la Guardia Civil.

Carmen Fernández Rodríguez, de CNT, fue apaleada y víctima del rapado, la pasearon desnuda por el pueblo y obligada a beber aceite de ricino. Un consejo de guerra la condenó a 12 años y un día, conmutada por la de 8 años. Murió en Sant Vicenç de Castellet en una riada al no poder escapar ya que se encontraba en una silla de ruedas.

Francisco Fernández Rodríguez, de CNT y de la FAI, concejal del Ayuntamiento de Serón. Un consejo de guerra lo condenó, por adhesión a la rebelión, a pena de muerte, siendo fusilado el 10 de junio de 1941.

 

Información procedente del libro Juan Torreblanca y Eusebio Rodríguez Padilla: La Memoria Silenciada de Serón. República, Guerra Civil y Represión Franquista (1931-1945). Arráez Editores (2012).