Fernando Moreno Tello

Alcalá de Guadaíra
Sevilla

Fernando Moreno Tello nació el 24 de diciembre de 1913. Era hijo de Dolores Tello Cruz, conocida como la mujer de Moreno, y de Antonio Moreno Castillo, al que decían Moreno el de las castañas, porque las vendía en un puesto que tenía en la plaza del Duque; y por las calles, con un canasto. Sus siete hermanos se llamaban: María, que era la mayor; Francisco, apodado el Cote; Josefina; Antonio, conocido por García el de las castañas, que tenía un puesto en una esquina de la calle del domicilio familiar; Manuel, el Chato; Salvador; y Enrique, el más pequeño de los ocho. Todos ellos, padres e hijos, vivían en la Rabeta o calle Dos de Mayo, repartidos en tres casas de vecinos situadas en la acera de los impares: la número 3, la 5 y la 7.

La mujer de Fernando Moreno Tello era Rosario Fernández Álvarez, hija de Emilia Álvarez Díaz e Isidoro Fernández Flores, alias Isidoro el alguacil. Vivía en la casa de la Mina, y aquí nació el único hijo de ambos, el 24 de julio de 1935. Éste, Luis Moreno Fernández, me comenta que su madre le decía que él nació en la misma habitación donde vino al mundo José Díaz Ramos, el secretario general del Partido Comunista de España. Al cual, como su primo Antonio Tello, también pertenecía Fernando Moreno; que trabajaba en la panadería de Manuel Ramos García, en la calle Avellaneda, número 5, frente al llamado huerto del Alemán; donde al igual que él estaba de hornero el novio de su prima Mariquita Tello, Francisco Benítez Romero, también del partido comunista.

Cuando la tropa de Castejón irrumpió a sangre y fuego en Alcalá de Guadaíra, nadie o muy poca gente sabía que aquello iba a ser el comienzo aquí, en este pueblo, no de un motín, sino de un pogromo organizado, dirigido, controlado y sin misericordia. La suegra de Fernando Moreno Tello, no es que supiese lo que se les venía encima, pero sin duda era consciente de que la pistola que su yerno guardaba en una habitación de la casa de la Mina constituía un peligro, y de que tenía que quitarla de en medio. Por eso, la cogió y, liada en un trapo, se bajó una noche al puente sobre el Guadaíra y la tiró al río. Pero no sirvió de nada, porque lo que vinieron a llevarse cuando llegaron fue a un hombre: con pistola o sin pistola.

Luis Moreno Fernández no sabe si a su padre, que no huyó ni se escondió, lo detuvieron en la casa de la Mina o en la panadería de Manolo Ramos. Tampoco se acuerda de su cara; aunque sí sabe, porque se lo dijo su madre, que con trece meses estuvo varias veces en el barco-prisión Cabo Carvoeiro, en Sevilla, para que su padre lo viera. Y que una cicatriz que tiene en la frente es la huella indeleble de la herida que le produjo su padre cuando, una de aquellas veces, al cogerlo de los brazos de su madre y auparlo para tomarlo entre los suyos, le dio un golpe contra un hierro o algún objeto duro del Cabo Carvoeiro.

Allí, a orillas del Guadalquivir, donde estaba atracado el barco, se juntaban Rosario Pérez Ramírez, la mujer de Antonio Tello, y la madre de éste, María Aranda; Emilia Álvarez Díaz, la esposa de Isidoro el alguacil; su hija Rosario Fernández Álvarez, mujer de Fernando Moreno Tello, y la madre de éste, Dolores Tello Cruz. Y los niños María Luisa Tello Pérez y Luis Moreno Fernández… Un montón de gente desgraciada y cuyo verdadero infortunio no había hecho más que empezar.

No mucho tiempo después de desaparecer mi padre, me dice Luis Moreno, a mi madre la cogieron los falangistas de Alcalá y le pelaron la cabeza, la obligaron a beber aceite de ricino y la pasearon por la calle de la Mina. Mi madre tenía entonces 21 años. Y uno de los fascistas que así la escarneció fue un mancebo de la botica que en aquel tiempo había en la plaza Cervantes y cuyo nombre más vale no revelar, por respeto a sus hijos y nietos. A este individuo, pasados los años, se lo encontró mi madre un día, y, nada más reconocerlo, le lanzó una sarta de improperios tales, que el más suave de ellos fue el de criminal.

La viuda de Fernando Moreno Tello se fue de Alcalá con su hijo y se estableció en Sevilla, en la calle Roelas, número 4. Aquí, y como su madre se tuvo que poner a trabajar y pasaba tanto tiempo fuera de la casa, Luis Moreno se crió con sus abuelos maternos, que vinieron a ocupar el lugar de sus padres. Sobre todo, Isidoro el alguacil, que sería su padrino de boda, y por el que Luis siempre se sintió tan querido. A Rosario Fernández Álvarez, que murió con 82 años, la había afiliado al partido comunista su hijo Luis en 1977; y a éste no le cabe ninguna duda de que quien lo afilió a él en este partido, en 1966, fue Fernando Moreno Tello, su padre.

Fuentes: Testimonios de Luis Moreno Fernández y Manuel Calderón de los Ríos
Fotografía cedida por Luis Moreno Fernández