Cristóbal Andrades Domínguez

Setenil de las Bodegas
Cádiz
Andrades, Pedro

El setenileño Cristóbal Andrades ‘Tobalito’ ha fallecido a los 97 años en Pau (Francia). Era el último de los guerrilleros que derrotaron a los nazis en la frontera pirenaica, una hazaña por la que recibió en 2007 la Medalla de la Resistencia de la República francesa instaurada por Charles de Gaulle. Sobrevivió al  infierno de la Desbandá de Málaga junto a su familia y otros muchos setenileños, a los campos de internamiento de Francia, al enfrentamiento con los nazis en los Pirineos, se enroló en la Resistencia y ayudó a muchos españoles a cruzar la frontera. Mantuvo intacto su discurso en defensa de la democracia hasta el final de sus días en la ciudad francesa, donde también descansa otro exiliado setenileño: José Ramos González. En abril de 2008, setenta años después de su marcha, Setenil le rindió un merecido homenaje en reconocimiento a su lucha por la libertad. «Yo era joven en un pueblo viejo. Ahora vuelvo viejo a un pueblo joven», dijo en ese emotivo acto celebrado en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, en el que mostró su asombro y felicidad por el desarrollo que había traído la democracia a un municipio que en aquellos años de su juventud vivía sumido en la miseria. Esta semana ha sido enterrado al son del Himno andaluz cantado por Rocío Jurado.

«Siempre he visto guerras. La democracia siempre está en peligro», repetía este hijo de pescaderos que nació en Setenil en 1921 y que sufrió la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial. Con 15 años tuvo que huir como tantos otros vecinos amenazados por el triunfo del Golpe Militar de 1936. Apenas era un joven adolescente de Juventudes Socialistas cuando encabezó la manifestación del Primero de Mayo, que congregó en el Puerto del Monte a las organizaciones obreras de Setenil, Alcalá del Valle, Ronda la Vieja, Torre Alháquime y Arriate. Una vez terminada la concentración hubo un enfrentamiento con la Guardia Civil. Los disparos de los agentes provocaron la muerte impune de dos obreros de Alcalá y hubo una detención masiva de dirigentes sindicales y concejales. Fue uno de los hechos más violentos ocurridos en la provincia de Cádiz, que desembocó en una inconclusa investigación de una comisión de diputados del Congreso zanjada con el traslado del puesto de Olvera de los guardias implicados.

Esta manifestación marcó la represión posterior al Golpe Militar. A su madre, María Domínguez, la torturaron con aceite de ricino para que desvelase el paradero de su padre, Pedro Andrades Anaya, concejal de Izquierda Republicana (el partido de Manuel Azaña). Estaban escondidos en la casa de Antonio Ruiz y de allí huyeron hacia Málaga por El Burgo, donde llegarían un tiempo después Tobalito junto a su madre y sus dos hermanas, hasta acabar en Málaga cuando los disparos cercaban Ronda y Queipo de Llano animaba a violar a las mujeres de los «rojos» y amenazaba con tirar por el Tajo a tantos republicanos como rebeldes hubieran muerto en el Golpe.

La familia vivió, como tantos setenileños, la dramática huída por la carretera costera de Málaga a Almería en febrero de 1937, «la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos», como la describió el médico canadiense Norman Bethune. Sufrieron los bombardeos de la aviación y los ataques de los buques Canarias, Baleares y Almirante Cervera, sintieron a sus espaldas la explosión del puente sobre el río Guadalfeo entre Salobreña y Motril, cuya riada arrastró a cientos de personas. Fue un periplo de huídas y desgarros familiares hasta llegar a Barcelona, donde se alistó como guardia de asalto cuando apenas cumplía la mayoría de edad. En esta ciudad convulsa, que soportaba los últimos combates de la Guerra Civil, presenció el amargo momento de la marcha de las Brigadas Internacionales, miles de jóvenes voluntarios que llegaron a España para defender la democracia. A Francia pasó el 7 de febrero de 1939 con sus dos hermanos mayores. Sufrió en Perpignan las colas de medio millón de almas en pena, de niños, mujeres y soldados. Muchos se quedaron en el camino. «Al llegar a Francia nos cacheaban como si fuéramos bandidos», narra Tobalito, que acabó encerrado en el campo costero de Argelès sur Mer. Allí sufrió penalidades impropias de un país democrático. Pasó cuatro meses en este campo de refugiados, sin barracones, resguardados del frío con una manta prestada. Comía cada cuatro días… cuando llegaba pan. Su padre, que estaba en Oloron, lo liberó de este campo gracias a las gestiones de unos conocidos franceses.

Como tantos otros exiliados, Cristóbal Andrades se vio obligado a enrolarse en una compañía de braceros extranjeros que trabajaban como leñadores o carboneros en las poblaciones pirenaicas de Caderolles o Fabregès. Ahí germinó una brigada de guerrilleros a cuyo mando estaba Ricardo Sánchez, un militar aragonés exiliado. El 22 y 23 de agosto de 1944 consiguieron la rendición de los nazis acuartelados en Eaux Bonnes y Gabas. Dos victorias estratégicas que anulaban este paso de los Pirineos para las tropas de Hitler. Ese episodio es conocido en Francia como la liberación del Valle d’Ausseau. Los prisioneros nazis fueron encerrados. No hubo venganza pese a que estos mismos nazis habían masacrado a diez guerrilleros españoles y cuatro franceses un mes antes. Tobalito ayudó a pasar la frontera a muchos militantes antifranquistas. Participó activamente en la Resistencia en Haut Béarn, confiando en que la caída de Hitler fuera también la de Franco y la restitución de la democracia: «En eso, nos equivocamos». Su vida también le permitió disfrutar del orgullo de ver desfilar por el Arco del Triunfo a La Nueve, la compañía formada por republicanos españoles que encabezó el desfile de la liberación de París. Pasó el resto de sus días en Pau, donde nunca olvidó sus raíces.

Fuente: https://imaginasetenil.wordpress.com/2018/11/09/in-memoriam-cristobal-andrades-el-setenileno-que-derroto-a-los-nazis/