Antonio Martín Castillo

Frailes
Jaén

Antonio Martín Castillo falleció muy lejos de su tierra, Frailes, un pequeño pueblo anclado en la sierra de Jaén, en el mismo mes en que cumplía 25 años. Había combatido en las filas del gobierno de la República durante la Guerra Civil española, y al finalizar la contienda, confiado quizás en que no sufriría represalias por parte de los vencedores, decidió volver a casa con los suyos.

El 29 de Junio de 1.940 fue detenido en la casa familiar en la que vivía con su esposa María y la única hija de ambos, Mercedes, de apenas dos años de edad. Los años fueron pasando y lo único que volvieron a saber de Antonio era que había fallecido en el norte, en un lugar parecido a un campo de concentración, y que su cuerpo fue abandonado en una cuneta. Después de aquello, silencio.

No se supo nada de él hasta que día de mayo del año 2006 recibí una llamada de una mujer de 68 años, que nerviosa, me pedía que le ayudáramos a encontrar a alguien muy querido para ella, del que apenas recordaba nada, pero al que había tenido presente en su corazón toda su vida. Mercedes buscaba a su padre. No se resignaba a perderlo para siempre y cuando alguien le habló de que había una asociación que quizás le pudiera ayudar en la búsqueda, decidió llamar. Mercedes se puso en contacto con la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia, de la que formo parte. Después de recibir la llamada y según los datos, pocos pero valiosos, que me facilitaba Mercedes, decidí hacer algo muy simple: escribí un correo electrónico a unos amigos de Navarra que estaban terminando de escribir un libro sobre Batallones de trabajo de presos políticos en los Pirineos, por si Antonio Martín Castillo constaba en su estudio como un prisionero más de los que en condiciones infrahumanas construyeron edificios y carreteras por España entera. No pasaron ni 24 horas cuando la información que tenía en mis manos cerraba un círculo de vida y muerte: una herida abierta durante casi 70 años.

A través de los compañeros de Navarra podemos recomponer los últimos meses de Antonio. Podemos saber que después de su detención fue trasladado a Pamplona, donde llegó el 2 de julio de 1940, para trabajar en la construcción de una carretera en el término de Igal. Apenas ocho meses después de haber llegado, el 8 de Abril de 1941, Antonio fallecía en el Hospital Militar de Pamplona. Nadie escribió a la familia comunicando su final, nadie se preocupó de trasladar su cadáver al pueblo, nadie asumió ni se hizo responsable de la trágica muerte de alguien que fue condenado a morir de frío, de hambre y de puro agotamiento físico y emocional.

Después de conocer la dura historia de su padre, el 24 de Junio de 2006 su hija Mercedes acudió junto con otros familiares a la carretera en la que trabajó, donde se ha colocado un monolito en honor de los presos. Llevaba un ramo de flores envuelto en la bandera de Andalucía y en su corazón la certeza negada durante 70 años: que su padre fue, por encima de todo, un buen hombre.