Andrés Rivero Gallardo

Puerto Real
Cádiz
Rodríguez Bohórquez, María; Díaz Bohórquez, Patricia

Nuestro bisabuelo Andrés nació en Puerto Real, un pueblo de la provincia de Cádiz. Nacido en el seno de una familia numerosa, se dedicó desde muy joven a la mecánica, deslumbrando a todos con su talento a tan temprana edad. Posteriormente obtendría la cédula para poder conducir, lo que le permitiría convertirse en Chófer para la Jefatura de Obras Públicas en Cádiz.

Se casó en junio de 1929 con Leonor Reyes, en Puerto Real. Con ella tuvo dos hijos, nuestra abuela Antonia (1931) y Domingo (1933).

En 1931, dentro de la UGT, sindicato en el cual Andrés estaba afiliado, se creó la Asociación de Pequeños Agricultores y Obreros Campesinos, de la que fue el primer presidente. En 1932 se afilió al PSOE. Cuatro años después, junto con otros compañeros socialistas, formaría la Agrupación Socialista Local.

El 13 de enero de 1934 se iniciaría como masón en la Logia Colón, nº54, de Puerto Real. El 20 de mayo del 35 exaltaría al segundo grado. En el último Cuadro de Luces y Dignidades de enero de 1935 constaba como tesorero de la logia.

Andrés destacaba por su bondad, compañerismo y empatía, cualidades recordadas por sus colegas de profesión y amigos. Tenía un gran corazón y generosidad, marcada por gestos como repartir helados entre los vecinos del barrio, o no dudar en ir hasta otra ciudad con su moto para recoger a un amigo que pasaba por un mal momento.

Lamentablemente, se produjo el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. A los pocos días, los golpistas irrumpieron en el pueblo y fueron hasta la casa de Andrés en el campo para notificarle que debía presentarse en el Ayuntamiento cuanto antes. Sus más allegados le aconsejaron que huyera con su moto, pero él estaba seguro de que nada le sucedería, ya que no había hecho nada malo. Razón no le faltaba en esto último. Su madre y su suegra lo acompañaron hasta el Ayuntamiento, pero estas tendrían que separarse de él una vez dentro. Esto no había sido más que una emboscada. En el edificio recluían a todo aquel que perteneciera a cualquier sindicato o partido político ilegalizado por los sublevados. Es a partir de este momento cuando la pesadilla comienza.

Se llevaron a Andrés, junto con los demás detenidos, a una prisión improvisada en el pueblo, conocida como «Los Rosales». En este lugar las condiciones eran inhumanas. Los prisioneros se encontraban hacinados, destacaba la carencia de higiene y la abundancia de enfermedades. Su mujer, Leonor, iba a llevarle comida todos los días, sin faltar. Poco tiempo después sería trasladado al Penal de El Puerto de Santa María, donde las condiciones no eran muy diferentes. Leonor ya solo podría llevarle comida y ropa una vez a la semana.

Entre finales de agosto y principios de septiembre transportaron a Andrés, de 29 años, junto con otros compañeros de prisión, en una «saca» con el fin de aplicar el deplorable «bando de guerra» y acabar con su vida fusilándolo. Andrés siempre tuvo la esperanza de que los liberarían el día 8 de septiembre, por ser el día de la Patrona de El Puerto. Pero no fue así.

Nuestra abuela siempre recordará el sufrimiento y la desesperación de su madre tras conocer el triste e injusto desenlace de la vida de su marido. Este hecho la marcaría para siempre. El fascismo dejaba viuda y destrozada a Leonor, con tan solo 29 años, huérfanos de padre a unos niños de 3 y 5 años, y a toda una familia angustiada por el cruel asesinato de un hombre que, como él decía, nunca hizo nada malo. A día de hoy se desconoce el paradero de su cuerpo.

Andrés siempre será recordado por permanecer fiel a sus ideales, repletos de buenas intenciones y humanidad, por su altruismo, compañerismo y valentía. Le robaron el derecho a disfrutar de su mujer, sus hijos y su vida. No obstante, su hija Antonia, nuestra abuela, es actualmente la encargada de transmitirnos su historia para que no caiga en el olvido, y así poder mantenerlo vivo para siempre.

Te tenemos siempre presente, Andrés. Tus acciones y tu determinación no fueron en vano.  Hoy tus valores nos sirven de ejemplo.