Fernando Claro Pavón

Paterna del Campo
Huelva
Claro Morales, Francisco

Fernando Claro Pavón nació el 31 de Enero del año 1891 en Paterna del Campo, provincia de Huelva. Fue el tercero de cinco hermanos y pasó parte de su niñez en un coto situado en el término de Bollullos del Condado donde su padre ejercía como guarda y responsable del mismo. Este coto lo llevaba en arrendamiento la familia Moya de Paterna del Campo de la que el padre de Fernando era uno de sus hombres de confianza. Don Alfonso Moya, dueño del cortijo de Mazarrón en el término de Paterna, era el principal potentado del pueblo, es decir: el cacique

Fernando Claro Pavón disfrutó de una niñez plena de libertad en el campo. Su padre, un hombre, hasta cierto punto, avanzado para la época, le enseñaba por las noches, a la luz del candil, los primeros rudimentos de lectura y escritura y números que estaban a su alcance. Mientras sus dos hermanos mayores luchaban a trancas y barrancas para asimilar lo que su padre trataba de enseñarles, Fernando aprendió muy rápidamente, asimilando con facilidad y naturalidad todas las lecciones. Su padre estaba realmente asombrado de la precocidad que mostraba su hijo Fernando. Cuando se sintió incapaz de enseñarle nada más, le compró libros de estudios: una gramática, un tratado elemental de matemáticas y algún que otro libro de lecturas. Fernando era juguetón y le gustaba vagar por el coto y sentirse libre y feliz, pero dedicaba a los libros que su padre le había proporcionado varias horas al día. De manera totalmente autodidacta y recurriendo a su padre en contadas ocasiones Fernando Claro Pavón fue asimilando todo cuanto leía y estudiaba.

Cuando Fernando estaba a punto de cumplir los diez años la familia se trasladó a Paterna para residir en el pueblo de forma permanente. Su padre se reintegró al trabajo en la casa de ‘Moya’ donde prestaba sus servicios desde muy joven. En la familia dos nuevos miembros se habían incorporado. Eran las dos hermanas más pequeñas de Fernando.

Nada más asentarse en el pueblo Fernando fue puesto en el colegio inmediatamente. Su padre quería que siguiera aprendiendo. Tenía puestas en él muchas esperanzas para que, bien preparado, en el futuro ocupara puestos relevantes en la administración de ‘la casa de Moya’.

Se dió la circunstancia que el primer día que acudió al colegio el maestro le castigó pegándole. Posiblemente el castigo se debió a alguna travesura del propio Fernando pero en él se produjo uno de los primeros signos de rebeldía que le caracterizaría durante toda su vida. Se escapó del colegio y no consintió en volver nunca más. Su padre puso el grito en el cielo cuando se enteró pero Fernando lo convenció de que seguiría estudiando de todas maneras.

Así pasó toda su juventud; estudiando y leyendo todo cuanto caía en sus manos en las horas libres que le dejaba su trabajo en el campo. Aprendió todo lo concerniente a las tareas agrícolas y lo mismo ‘marojaba’ olivos que podaba viñas y árboles frutales.

Desde muy joven junto con su amigo más señalado Pedro Vázquez Gómez, estudió música y tocaba el clarinete. Juntos fueron a cumplir el servicio militar en África y ambos formaron parte de la banda de música del regimiento. En esa etapa de su vida murió su hermana mayor Amparo.

También durante esa época comenzó a interesarse vivamente por los problemas sociales de los trabajadores; especialmente por los jornaleros del campo en los que se sentía inmerso. Le enamoraron las ideas revolucionarias preconizadas por el anarquismo militante y a ellas se entregó con todo el fuego y el ímpetu de su juventud.

Cuando regresó de cumplir el servicio militar creó en Paterna del Campo el sindicato de jornaleros del campo adscrito a la CNT y de orientación anarcosindicalista. A partir de esos momentos se sumerge con todas las consecuencias, en el magma que era la lucha social en España en esos momentos.

En el plano local mantuvo, junto con su sindicato, la CNT, una lucha abierta contra el cacique del pueblo y los grandes poseedores de tierras del entorno tratando de conseguir mejoras sustanciales a favor de los jornaleros que se dejaban la vida en el campo en las largas jornadas de sol a sol. Esta actitud le costó ser detenido en numerosas ocasiones a instancias del cacique o de sus lacayos. A veces fue desterrado del pueblo por cortos períodos.

Fernando Claro Pavón desarrolló en los, aproximadamente, quince años siguientes una actividad inconmensurable. Iba al campo todos los días como jornalero que era. Asumía el peso de la labor de la organización en el sindicato y comenzó a colaborar en la prensa anarcosindicalista exponiendo, puntualmente, los problemas que aquejaban a los trabajadores del campo.

Colaboró en el diario CNT de Madrid y en Solidaridad Obrera de Barcelona en diversas ocasiones. Asimismo colaboró en la prensa regional y en cuanta publicación de nivel local se lo solicitara. En paralelo a estas actividades comenzó a escribir de temas sociales profundizando en los mismos. Así escribió dos obras de teatro que se representaron en toda España y en Hispanoamérica, especialmente en Argentina. Una la tituló ‘Luz frente a las tinieblas‘ y que contenía en su argumento una ácida crítica a la Iglesia y su comportamiento en la sociedad; y la otra titulada ‘Un sujeto peligroso‘ que ponía de manifiesto como podía ser tratada cualquier persona buena y honrada si era tildada con malos informes por los mandamases de la sociedad; especialmente  los religiosos. Publicó algunos títulos en la colección La novela ideal,muy en boga en la época como algunos trabajos de análisis políticos sociales. Escribió la obra que le era más querida porque retrataba en ella parte de sus vivencias personales. La tituló: ‘A merced de las olas‘.

Durante muchos años sostuvo una lucha ardua y titánica, tratando en la medida de sus fuerzas, de acercar al presente una sociedad más justa. Sabía que la sociedad a la que se enfrentaba, cerrada y conservadora, tenía las raíces de los intereses creados muy profundas. Lo sabía. A lo largo de los años había tenido más de una oportunidad de comprobar en sus propias carnes cuan duros y crueles podían llegar a ser las personas y las instituciones que estaban en la cúpula de dicha sociedad. Pero no dio un solo paso atrás y siguió luchando por sus ideas porque sabía, estaba convencido, de que eran las únicas que podían hacer a las personas libres, ecuánimes y felices.

En Octubre de 1934, el día seis concretamente, prendieron fuego a la iglesia en Paterna del Campo. Un grupo de personas, sabiendo del ateísmo declarado de Fernando Claro, vinieron a buscarlo para que prestara concurso. Fernando se negó en redondo y les contestó que nunca se acabaría con el poder de la Iglesia quemando sus símbolos. La única forma de acabar con ella -les dijo- es no acudiendo a la misma para ninguna de sus manifestaciones y actuaciones litúrgicas.

La república no había conseguido que la situación social se calmara. Promulgaba leyes que los terratenientes no cumplían. En las huelgas los esquiroles, comprados por los patronos las hacían fracasar. En esas condiciones la situación social se tornó convulsa y, hasta cierto punto, violenta. Los jornaleros campesinos lucharon por sus derechos y se produjeron algunas algaradas. Nada importante en realidad. Pero sí lo suficiente para que las fuerzas vivas y fascistas del pueblo culparan a los miembros del sindicato CNT que eran los adecuados chivos expiatorios apropiados para cargar con la culpa de todo. Fernando Claro Pavón, como responsable del sindicato CNT, fue desterrado del pueblo por un año y a una distancia del mismo no menor de cincuenta kilómetros. Una vez más en su vida debía hacer la maleta y despedirse de su anciana madre, de sus hermanos, amigos y compañeros y lanzarse de nuevo ‘a merced de las olas’.

Se dirigió a Sevilla. Llevaba algunos ahorros propios más algún dinero que le dio su madre a pura fuerza. En Sevilla tenía algunos amigos, compañeros de ideas. Uno muy especial; maestro racionalista de la escuela Ferrer Guardia y que, con toda seguridad le ayudaría a orientarse y que respondía al nombre de Manuel Ortega Perea. Igualmente llevaba la dirección de una pensión modesta, sita en la calle Pastor y Landero y donde había pernoctado en ocasiones anteriores que había tenido que ir a Sevilla para tratar asuntos de sus libros. De hecho Fernando mantenía correspondencia escrita con Natividad Morales López, hija de la dueña de la pensión. Fernando fue muy bien recibido en la pensión y en los ambientes anarcosindicalistas de la ciudad donde era, de sobra conocido.

En los primeros tiempos de su destierro en Sevilla trabajó en lo que podía, en lo que se terciaba. En Diciembre de ese año de 1934 murió María, la dueña de la pensión y madre de Natividad con la que ya mantenía una relación de amistad profunda cercana al amor. En los meses siguientes, ya en 1935, Fernando Claro se asentó en un trabajo diario, modesto pero diario; y de acuerdo con Natividad decidieron unirse y formar un hogar. Encontraron una vivienda modesta en la calle San Clemente nº 8, en el sector de Puerta de la Carne y a ella se mudaron, llenos de amor y esperanza en el futuro.

Todo el año 1935 fue feliz para Fernando, trabajaba, hacía vida intelectual y de organización libertaria y por las noches tenía un refugio amoroso al que acudía como un mozalbete: enamorado y feliz. El colmo de su felicidad se produjo cuando su compañera Natividad le anunció que estaba embarazada. A veces pensaba que tanta felicidad podía tener su contrapartida pero desechaba rápidamente esos pensamientos agoreros.

Durante la primavera del año 1936 los rumores de golpe de estado contra la República proliferaban.

El 14 de julio de 1936 se puso de parto y Fernando Claro Pavón  la trasladó a la maternidad municipal para que diera a luz. El día 15, es decir a la mañana siguiente, nació un hijo varón de la pareja. El día 16 Fernando fue a trabajar por la mañana y anunció que el 17 no acudiría porque tenía que llevar a su compañera y a su hijo a su casa porque le daban el alta después del parto. Iría a trabajar el 18 de julio. No volvió al trabajo. Nunca más volvió.

El 25 de julio de 1936, día de Santiago Apóstol, Fernando Claro Pavón fue detenido, por la guardia civil, en un registro rutinario en su domicilio e ingresado en la cárcel provincial de Sevilla.

Los días, las semanas y los meses que transcurrieron desde el día de su detención, 25 de julio, hasta el día de su desaparición de la cárcel sin ningún tipo de explicación, 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, fueron duros. En primer lugar para Fernando que intuía el final que le esperaba; en segundo lugar para su compañera que, con su hijo en brazos, acudía todos los días a llevarle a la cárcel la comida que podía agenciar con ayuda de la familia.

La historia tuvo su colofón cuando el 28 de diciembre del año 1936, Natividad Morales López se presentó en recepción de la cárcel con el canasto de la comida diaria para su compañero Fernando Claro Pavón y el empleado de turno, después de consultar una lista, le dijo que se podía llevar el canasto de vuelta a casa porque dicho individuo no necesitaba comer más.

 

Despedida

A Dios Nice  adorada, a Dios querida
El triste hado, esta ausencia ordena
dejando oprimidos sin cadenas
Nuestro amor, libertad, sosiego y vida.

Ya se hace forzosa esta partida.
ya se acerca aquel amargo instante
ya ves dos corazones quan amantes
lloran tan amarga despedida.

Si acaso un instante te acordares
de los dulces ratos que hemos disfrutado
lloramos por tu ausencia separados
y cada qual confuso en sus hogares.

El último a Dios te damos esta tarde
recibe gratuita el amor fino.
Compadece la suerte y el destino
De dos huérfanos que te aman sin alarde.

 

Fernando Claro Pavón